La Vanguardia

Un alud sepultó a Alberto Zerain y Mariano Galván en el Nanga Parbat

El helicópter­o que sobrevoló ayer el ochomil descarta que haya supervivie­ntes

- ROSA M. BOSCH

“Se descarta la posibilida­d de supervivie­ntes”. Con esta frase los portavoces de Alberto Zerain, desapareci­do junto con su compañero de cordada, Mariano Galván, en el Nanga Parbat, cumbre de 8.126 metros de Pakistán, confirmaba­n ayer por la mañana los peores presagios, la certeza de que un alud los había sepultado. En unos tiempos caracteriz­ados por una inquietant­e frivolidad en la montaña, Zerain, que en agosto hubiera cumplido los 56 años, y Galván, de 37, han perdido la vida al embarcarse en uno de los proyectos más exigentes del alpinismo actual, el Nanga Parbat por la vía Mazeno, una arista de once kilómetros que separa las vertientes de Diamir y Rupal de este ochomil, trufada por ocho picos de 7.000 metros. Una ruta que, según dicen los expertos, una vez te adentras en ella es prácticame­nte imposible dar marcha atrás.

Las alarmas saltaron el domingo, cuando el escalador rumano Alex Gavan manifestab­a su inquietud al ver que no regresaban al campo base, donde los esperaba. “Cuando entraron en la arista estuvieron varios días parados por el mal tiempo, así que decidieron no culminarla y descender por el collado Mazeno, que enlaza directamen­te con el campamento base de Diamir, una bajada complicada pero la única viable. Eso nos dijo Alberto el viernes; el sábado perdemos la comunicaci­ón con ellos, y el domingo, Alex, al ver que no llegaban nos manifestó su preocupaci­ón”, explica un amigo que ha participad­o desde Vitoria en la coordinaci­ón del rescate y que prefiere mantenerse en el anonimato.

Zerain realizó su última llamada por el teléfono satélite el viernes; el sábado a las 0.57 (hora española, tres más en Pakistán) activó el dispositiv­o de geolocaliz­ación Racetracke­r, a una altura de 5.800 metros, lo que permitió saber la ruta que siguieron hasta que se apagó definitiva­mente, a las diez y veinte de la noche. A las 6.14 h el aparato indicaba que estaban a 6.275 metros pero la siguiente señal no se produjo hasta una hora después, cuando normalment­e lo hacía cada diez minutos, y a 150 metros más abajo. “Suponemos que durante la hora que dejó de emitir el Racetracke­r estaba boca abajo, es decir, no estaba orientado hacia el cielo y por tanto no podía captar la señal de los satélites”, considerab­a Josep Añols, de Racetracke­r. El helicópter­o de ejército de Pakistán, con Gavan a bordo, sobrevoló ayer toda la arista Mazeno varias veces y se centró en esta última posición marcada por el Racetracke­r, que Zerain llevaba habitualme­nte enganchado en su mochila. “Allí se encontró una placa de nieve desprendid­a que terminaba formando un alud”. Este descubrimi­ento cerraba una semana de incertidum­bre con un desenlace fatal.

Tanto Zerain, que deja mujer y dos hijos, de 23 y 21 años, como Galván era experiment­ados montañeros con un largo currículum de ochomiles. El alavés sumada diez, el último, el Annapurna, coronado esta primavera. El argentino, de profesión guía de alta montaña, siete. Galván llegaba al Nanga Parbat desde Nepal, donde había pasado las últimas semanas acompañand­o a una clienta en su intento de hollar el Lhotse, una cima que ya había alcanzado, igual que el Everest, sin la ayuda de oxígeno embotellad­o. “Alberto y Mariano se conocieron en el Broad Peak hace dos años. Alberto estaba allí con Juanito (Oiarzabal), congeniaro­n y posteriorm­ente fueron

Ambos escaladore­s eran experiment­ados montañeros con un largo currículum de ochomiles conquistad­os

el Dhaulagiri y al Manaslu”, indican las mismas fuentes. El reto más exigente de la pareja era alcanzar la cumbre del Nanga Parbat por la arista Mazeno, un itinerario que hasta el momento sólo han logrado culminar Rick Allen y Sandy Allan, en el 2012. Otros nombres ilustres lo probaron sin éxito: Jean Troillet, Doug Scott o Louis Audouber.

“Era un excelente compañero de cordada, además de una gran persona. Yo siempre decía que si volvía a ir a un ochomil repetiría con él. Era muy fuerte y prudente, le gustaba subir muy rápido al considerar que a más velocidad más seguridad”, añade.

En la conocida como “la montaña asesina” por las vidas que se ha llevado, también Zerain y Galván han enterrado sus sueños.

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M. G. Los dos alpinistas fallecidos en Pakistán se conocieron en el Broad Peak

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