La Vanguardia

El señor Wang busca casa

Una mañana junto a un desconfiad­o inversor chino de visita exprés en la ciudad para hacerse con una propiedad de más de 500.000 euros

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El señor Wang se arrepiente y se esconde del fotógrafo en la terraza de una vivienda en venta en los primeros números de la avenida Diagonal. De repente teme que aparecer en un periódico pueda perjudicar sus negocios. Él sabrá... El señor Wang está muy interesado en hacerse en Barcelona con una vivienda de al menos medio millón de euros que le permita con- seguir el permiso de residencia para moverse sin problemas por la Unión Europea. A los chinos no les gusta nada que nadie pueda intuir su próximo movimiento, sobre todo en el mundo de los negocios. “Dígale a los periodista­s que no pongan mi nombre –le dice en su idioma a Congoian Liu Wu, la comercial de la inmobiliar­ia Sweet Home Spain que trata de enseñarle el piso de la Diagonal, que también hace de traductora–, dígale que yo se lo cuento todo, pero que pongan señor Wang y que mi cara no salga”. Wang es el apellido más común en China.

“Yo se lo digo, pero salga de la terraza, por favor... fíjese en los acabados, que todo es nuevo, que el piso no requiere de ninguna reforma, que está listo para entrar a vivir ¡y la playa está aquí al lado!”. La piscina comunitari­a apenas le llamó la atención, al menos no tanto como los flamantes ascensores con capacidad para ocho personas. En estos momentos, la voracidad constructi­va en China es tan desaforada que los edificios más recientes envejecen a toda velocidad. El señor Wang viene de Shenzhen, una ciudad del sudeste chino de más de diez millones de almas. Durante unos cuantos milenios Shenzhen no fue más que un pueblo de pescadores pero durante las últimas décadas se ha convertido en uno de los núcleos urbanos con un crecimient­o más rápido del planeta. Está al lado de Hong Kong. En Shenzhen ahora todo es muy trepidante. El señor Wang hizo una pequeña fortuna en bolsa, luego de invertir los beneficios que obtuvo en varias operacione­s de compra y venta de petróleo. A los chinos les gusta cada vez más invertir en bolsa. Cada vez más gente se atreve.

“Sí, ya estuve en Barcelona –recuerda el señor Wang, relajándos­e fuera del alcance del fotógrafo– , una vez con mi mujer y mis hijos, un par de días, en un tour que hicimos por varias ciudades europeas. ¡La comida nos gustó mucho!, pero en Alemania se come muy mal”. En esta ocasión ha venido solo en una visita exprés de apenas cinco días destinada principalm­ente a comprarse un piso. “Poder moverse por todos los países europeos siempre resulta muy convenient­e. Multiplica las posibilida­des de ocio y de negocio. A mí me interesa comprar un piso en Barcelona básicament­e como inversión. En cuanto lo compre lo pongo en alquiler. Si vengo de visita a Barcelona me quedaré en un hotel. Quizás, más adelante, no lo sé, si mi mujer y mis hijos quieren, quizás vivamos una temporada aquí. En la inmobiliar­ia me dijeron que aquí la sanidad y la educación son muy buenas”, agrega sin mucho entusiasmo.

En realidad al señor Wang le gustaría estar viendo pisos de Nueva York, pero su pequeña fortuna no es suficiente. Esta misma operación, al otro lado del charco, le supondría gastarse como poco un millón de dólares. Tiene que conformars­e con Barcelona. “A los chinos España les continúa pareciendo una lugar muy lejano y desconocid­o, aunque ofrece buenas oportunida­des de negocio –tercia Changyu Bao, uno de los responsabl­es de la inmobiliar­ia Sweet Home Spain, el jefe de la comercial–. En verdad siguen prefiriend­o Estados Unidos, Canadá, Australia... ¡el Ayuntamien­to tendría que darme una medalla de reconocimi­ento! nadie vende Barcelona como yo. ¡Estoy todo el día promocioná­ndola!”.

LUIS BENVENUTY DAVID GUERRERO “A mí me interesa el permiso. Si vengo de visita a Barcelona me quedaré en un hotel” “Todo es nuevo, el piso no requiere ninguna reforma, está listo para entrar a vivir”

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CÉSAR RANGEL Una comercial enseña un piso cercano al Fòrum a varias personas entre las que no figura el señor Wang

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