El doctor Floti
El martes (27 de junio), Josep Maria Flotats fue investido doctor honoris causa por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Como persona estrechamente vinculada durante muchos años al teatro de este país, me satisface y enorgullece que la Autònoma se haya dignado conceder un doctorado a Josep Maria Flotats. A Flotats, yo siempre le he llamado Floti, como le llamaban sus compañeros de la Agrupació Dramàtica de Barcelona (ADB), y si en nuestra escena ya teníamos un doctor Floïd, bienvenido sea ahora ese doctor Floti. La brillante carrera de nuestro actor, tanto en los escenarios franceses como en los de nuestro país, avala sobradamente ese doctorado.
A mi modo de ver, el homenaje tiene, inevitablemente, una lectura reivindicativa. Comentando dicho homenaje, la señora Rahola, afirma en su columna (29 de junio) que el actor fue víctima “del pujolismo de la época”, un pujolismo que “fue ingrato y corto de miras” con Flotats. La señora Rahola se refiere, claro está, a la defenestración de Flotats del Teatre Nacional de Catalunya (TNC). Eso ocurrió en 1998. A Flotats, directorfundador del TNC, lo pusieron de patitas en la calle sin un puñetero comunicado, por breve que fuera, de la Presidència de la Generalitat agradeciéndole los servicios prestados y silenciando, censurando en la televisión autonómica, las declaraciones del actor. Fue una defenestración de la que guardo un mal sabor de boca, con muy diversas interpretaciones, entre las que recuerdo la curiosa –por llamarla de algún modo– que ofrecía el editorial de este diario: “Pero la verdad es que este final tan polémico (la destitución de Flotats al frente del TNC), dadas las características del ya exdirector, podía adivinarse casi desde el mismo momento de su nombramiento”. Toma castaña.
En su columna, la señora Rahola cita unas palabras de la profesora Roser Gauchola en las que, refiriéndose a Flotats, dice que “nos trajo Europa a casa cuando para nosotros Europa era Francia”. Permítame que discrepe, señora profesora, pero Europa ya estaba en casa, en el teatro catalán, con anterioridad a que Flotats nos trajese a Francia. Como les decía, yo conocí a Floti en la ADB a finales de los cincuenta. La ADB, una escena con una clara vocación nacionalista, fue fundada a mediados de los cincuenta por personajes de un cierto peso, como el historiador y comediógrafo Ferran Soldevila, y en ella había una serie de nombres que luego jugarían un destacado papel en el teatro catalán: Albert Boadella, que fundaría Els Joglars; Carlota Soldevila, hija de Carles y sobrina de Ferran, que cofundaría Els Joglars y el Teatre Lliure; Ricard Salvat, que cofundaría la Escola d’Art Dramàtic Adrià Gual, y Josep Maria Flotats, que luego ingresaría en la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático de Estrasburgo para terminar como sociétaire de la Comédie Française. Pues bien, Boadella, el Boadella de Els Joglars, venía del curso del gran Lecocq, en París (descendiente de aquel maestro espadachín que le mostró a Scaramouche cómo pincharle las nalgas al marqués de Maynes). Al igual que Anita Lizarán, Toni Albà y Sergi López. Carlota también venía de Francia, del exilio francés, y en el Lliure se juntó con Fabià Puigserver, que venía de la Polonia de Kantor y Grotowsky, y con Lluís Pasqual, hijo espiritual de Giorgio Strehler, “el que nos enseñó a todos”, como decía Lluïset (por cierto, a Strehler también le hicieron doctor honoris causa por la Autònoma, acto al que asistí y en el que coincidí con Floti). Y Ricard Salvat venía del Berliner de Brecht y de Piscator… Europa ya estaba en la escena catalana antes que Flotats nos trajese Francia a casa. Estaba en la Adrià Gual, en Els Joglars, en el Lliure, en la Fura del Baus, en els Comediants… Y estaba en el Ciclo de Teatro Latino (en el Romea), de Xavier Regàs, que nos descubrió muchas cosas y alimentó el teatro independiente cata- lán, un teatro más inquieto y receptivo que el actual.
¿Qué Francia nos trajo Flotats? ¿La de la Comédie Française? No. Él siempre se consideró un heredero del Théàtre National Populaire (TNP) de Jean Vilar. Comprensible: el joven Flotats se fue un verano al festival de Aviñón, vio a Gerard Philipe interpretar el príncipe de Homburgo y se dijo: Yo quiero ser como este. Pero su proyecto del TNC, el llamado Rapport Flotats, no tiene nada que ver con el TNP que Vilar intentó y logró, a duras penas, levantar en lo que él llamaba “la ballena”, el palacio Chaillot, en París.
“Els carrers de la ciutat”, escribe Flotats en su Rapport, “hauran de convergir vers el Nacional, els habitants del barri (les Glòries!) hi viuran al voltant. Ha de ser alhora, en l’inconscient del vianant, com la font i l’església del poble”. ¿De qué pueblo, del de Barcelona o de Clochemerle? El TNC de Flotats se planteó sin ningún tipo de consenso. El teatro catalán no fue invitado a dar su opinión, al igual que los partidos políticos enfrentados o discordes con CiU. El edificio –“un teatro dentro de un templo”, como dijo quien lo diseñó, el arquitecto Ricardo Bofill– se levantó sin concurso previo y el Rapport Flotats apenas despertó comentarios, favorables o en contra, salvo una dura, implacable crítica a cargo de Joan Borrell (Escena, junio-julio de 1990), el que fuera profesor del célebre Departamento de Filosofía de la Universidad París-VIII.
Pero todo eso ya es historia, mal contada, pero historia. Lo que hoy celebramos es que a Josep Maria Flotats le han hecho doctor honoris causa por la Autònoma. Merecidamente. El doctor Floti enriquece y alegra nuestra escena.
Europa ya estaba en la escena catalana antes de que Flotats nos trajese Francia a casa: estaba en la Adrià Gual, Els Joglars...