El retratista del Somorrostro
Fue el gran notario visual del barraquismo del Somorrostro. A principios de los sesenta, las fotografías de Ignasi Marroyo retrataron una Barcelona gris y pobre, y recogieron, con una mirada crítica y una expresividad únicas, aquella explosión inmigrante al lado de la playa. Se hace difícil, viendo hoy el Port Olímpic, pensar en lo que fue tres décadas antes de los Juegos del 92. Pero una placa con una de las fotografías de Marroyo deja testimonio en el lugar para que la memoria no se pierda.
Marroyo, fallecido el viernes a los 89 años, fue maestro del llamado realismo fotográfico o nueva vanguardia catalana. Su obra es ingente, aunque fue durante los primeros años sesenta cuando consiguió darle mayor fuerza y crear las colecciones por las que se le recuerda. Junto a los retratos que hizo del Somorrostro, también destacan los del barrio del Born y los reportajes sobre la Semana Santa (de 1960 a 1963).
Nació en Madrid, pero al año siguiente su familia se trasladó a Cataluña, de donde ya no se movió. Retrató Barcelona y luego Rubí, convirtiéndose en uno de los principales testigos de la realidad de ambas ciudades.
A los trece años sus padres le regalaron su primera cámara y, de modo autodidacta, durante los años siguientes fue experimentando a través del objetivo. En 1956 ingresó en la Agrupación Fotográfica de Catalunya y empezó a cosechar premios en los certámenes locales.
Cuatro años después ocho de los miembros de la agrupación fundaron El Mussol. Se trata de una asociación de amigos que buscan dar visibilidad a esa foto social, crítica en la medida de lo posible en pleno franquismo. Están en permanente alerta e intentando ofrecer una visión amplia de la realidad –de ahí que escogieran la figura del búho–. Sin casi fondos, ni ayuda institucional, se prestan apoyo y organizan exposiciones colectivas. Junto a Marroyo están figuras como Joan Colom, otro de los grandes retratistas de la Barcelona gris de posguerra. Comentan y critican las obras de unos y otros, pero siempre en un ambiente de camaradería. Gracias al Mussol, las fotos de Marroyo empiezan a salir del ámbito catalán. Se asocian con otras agrupaciones españolas e incluso empiezan a exponer en Bélgica y Francia.
Cuando se inaugura Sonimag, en 1963, el primer salón dedicado a la imagen y el sonido, los organizadores escogieron su obra para formar parte de la exposición colectiva sobre la fotografía española actual. A partir de ese momento, Marroyo pudo por fin dedicarse en exclusiva a la fotografía. Colaboró en El Correo
Catalán, que le encargó el reportaje del Somorrostro. Otra colección memorable de la época es la dedicada a la tauromaquia, que estuvo tiempo inédita, pues la crudeza de algunas imágenes no casaba con el gusto franquista.
A principios de los setenta se centró profesionalmente en la enseñanza y en la fotografía industrial y publicitaria. Instalado en Rubí, fundó el grupo El Gra, otra iniciativa para intentar promover esa fotografía más social, que nunca abandonó. En esta última etapa, que ya entronca con el paso al formato digital, sus instantáneas son de carácter más documental y paisajístico.
En el 2014, coincidiendo con la concesión de la Creu de Sant Jordi, donó todo su archivo fotográfico a la Generalitat. Cerca de 73.000 fotografías, que recogían toda su obra, artística y profesional. Una de ellas es la que recuerda frente a la playa que aquello fue el Somorrostro.