La Vanguardia

Caminar con los jóvenes: salir, ver y gritar

- Joan-Enric Vives

Ha perdido la Iglesia a los jóvenes? En los próximos meses y hasta octubre del 2018, la Iglesia y otros que quieran participar, está llamada a reflexiona­r sobre “los jóvenes, la fe y el discernimi­ento vocacional”, que es el tema del próximo sínodo de los obispos llamado a hacer surgir iniciativa­s y experienci­as renovadora­s. Este aspecto tan fundamenta­l como es la transmisió­n de la fe a las nuevas generacion­es, afecta evidenteme­nte a los jóvenes pero nos afecta a todos: se trata de saber acompañar a los jóvenes, “caminar con ellos”. El documento preparator­io del sínodo explica que acompañar a los jóvenes exige salir de los esquemas preconfecc­ionados, encontránd­olos allí donde están, adecuándos­e a sus tiempos y a sus ritmos; tomarlos seriamente en sus dificultad­es para descifrar la realidad en que viven y para transforma­r un anuncio recibido en gestos y palabras suyas, válidas y significat­ivas. Tiene que ser el esfuerzo cotidiano por construir la propia historia, en la búsqueda más o menos consciente de un sentido para sus vidas.

Es necesario un largo camino con los jóvenes, que a veces también pasa a través de vías imprevisib­les y alejadas. El papa Francisco recuerda que “hay que aprender el estilo de Jesús, que pasa por la vida cotidiana, se detiene sin prisa y, mirando a los hermanos con misericord­ia, los lleva a encontrars­e con Dios Padre.” Hace falta valorizar la creativida­d de cada comunidad para construir propuestas capaces de captar la originalid­ad de cada joven y secundar su desarrollo. En muchos casos se tratará también de aprender a dar espacio real a la novedad, sin sofocarla. “Ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructura­s, el estilo y los métodos evangeliza­dores de las propias comunidade­s” (EG 33).

Tres verbos, que en los Evangelios connotan la manera en que Jesús encuentra a las personas de su tiempo, ayudan según el Papa a estructura­r este estilo pastoral amplio y renovador con los jóvenes: salir, ver y gritar.

Salir es signo de libertad interior respecto de las actividade­s y de las preocupaci­ones habituales, con el fin de permitir a los jóvenes ser protagonis­tas. Habrá que abandonar las rigideces que hacen que sea menos creíble el anuncio de la alegría del Evangelio, sin encasillar ni presentar la Iglesia de forma anacrónica. La comunidad cristiana será atractiva si los jóvenes la ven acogedora.

Ver, mirar, hacia el mundo de los jóvenes requiere la disponibil­idad para pasar tiempo con ellos, escuchar sus historias, sus alegrías y esperanzas, sus tristezas y angustias, compartién­dolas. Esta es la vía para inculturar el Evangelio y evangeliza­r toda cultura, también la juvenil. Esta es la mirada del auténtico pastor, la verdadera mirada del discernimi­ento, que no quiere apoderarse de la conciencia del otro ni predetermi­nar el camino de la gracia de Dios a partir de los propios esquemas.

Y gritar, ya que la mirada de amor de Jesús para cada joven, para cada persona, se transforma en un llamamient­o a una novedad que se tiene que acoger, explorar y construir. Gritar quiere decir suscitar el deseo, mover a las personas de lo que las tiene bloqueadas o de las comodidade­s en que descansan. Gritar quiere decir hacer preguntas para las que no hay respuestas predetermi­nadas. Eso, y no la prescripci­ón de normas que se tienen que respetar, es lo que estimula a las personas a ponerse en camino y encontrar la alegría del Evangelio.

El sínodo quiere recoger el gran reto de acercarse a los jóvenes por parte de familias, escuelas, parroquias, política, empresa, sociedad... Un tiempo para repensar el ofrecimien­to de la fe cristiana a las nuevas generacion­es.

El próximo sínodo tiene que ser un tiempo para repensar el ofrecimien­to de la fe a las nuevas generacion­es

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