Baile de verano
Aunque el Grec se expanda cada vez por más sitios de la ciudad –bibliotecas y fábricas de creación urbana son los últimos espacios sumados al evento– el anfiteatro griego de Montjuïc, con sus imponentes y anacrónicas gradas de piedra, es el que da nombre al festival y, por tanto, el pistoletazo de salida, con la función inaugural, tiene lugar siempre en este espacio al aire libre creado, bueno, no exactamente por los clásicos sino por sus émulos que, en 1929, con motivo de la Exposición Universal, decidieron animarse a erigirlo.
Entre los asistentes, por supuesto, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que se sentó en primera fila junto al teniente de alcalde Gerardo Pisarello pero no en la llamada “silla del alcalde”, un espacio de preeminencia que ella siempre ha dejado vacío; muy cerca, el concejal de Cultura, Jaume Collboni; algo más alejado, el delegado del Gobierno, Enric Millo; así como el delegado de la Generalitat de Catalunya en Madrid, Feran Mascarell; el escultor Frederic Amat; la artista plástica Eugènia Balcells; el cantante Quico Pi de la Serra; las fotógrafas Colita y Pilar Aymerich; y gente del mundillo teatral, como los actores Josep Maria Pou, Laura Conejero, Joan Pera, Paco Mir, Mercè Arànega, Mingo Ràfols, Àlex Casanovas o los directores Lluís Pasqual, Pau Miró, Hermann Bonnín o Toni Casares...
Josep Maria Pou sorprendía a sus interlocutores afirmando que “nunca he actuado como actor en el escenario del Grec, aunque os parezca mentira. Soy virgen, al menos en este sitio. Tengo un recuerdo de cuando venía con mis padres, a ver a la compañía Lope de Vega, de José Tamayo. La primera vez que vine representaban En Flandes se ha puesto el sol, de Eduardo Marquina”, apuntó con precisión.
Al final de la función, en los jardines de parterres geométricos, sutilmente iluminados, se comentaban muchas cosas, desde las últimas chafarderías teatrales hasta experiencias personales en las recientes huelgas de taxis y metro (la gente notó más la primera que la segunda, por lo oído). La oferta gastronómica de los puestos era de suficiente calidad, pero no tan amplia como en años anteriores, se comentaba, y se produjeron colapsos en el de las hamburguesas, que obligaron a algunos a plantearse un dilema clásico, cuando la megafonía recordó que empezaba la obra: ¿alimentar el cuerpo o el espíritu?
Si pudiéramos, felicitaríamos al jardinero-paisajista que diseñó en su día estos jardines, el francés Jean-Claude Nicolas Forestier (1861-1930), porque su disposición permite fácilmente cambiar de corrillo y que unos no se escuchen a otros. Fue este discípulo de Haussmann, además, quien tuvo la ocurrencia de construir aquí –en la antigua cantera de la finca Pubill– un anfiteatro que emulara el de la ciudad griega de Epidauro. Desde aquí, entre naranjos, rosales, fresnos, cipreses y buganvillas, vaya nuestro homenaje.
Josep Maria Pou aseguraba: “Nunca he actuado como actor en el escenario del Teatre Grec”