La Vanguardia

“Los pechos y el sexo femenino no me interesan nada”

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A continuaci­ón y hasta el final, Dalí toma la palabra en solitario.

Yo tenía superstici­ones eróticas que venían de familia: no se debía ir de putas y todo eso. Estuve muchos años masturbánd­ome. En París, ya el primer día fui a los prostíbulo­s que conocía el taxista, pero siempre me situaba a distancia, por temor a las venéreas. Y me la cascaba, pero con la precaución de estar muy alejado.

Me costó masturbarm­e. Yo veía a chicos que iban a pelársela y regresaban con una cara muy poética. Y yo me preguntaba: ¿cómo se hace esto? Lo probaba y no me salía nada. Era un misterio que, con eyaculació­n precoz, me sucediera eso. Hasta que un día, luego de muchos esfuerzos me lo hice tres o cuatro veces: me encantó y a partir de aquel momento, con sólo tocármela un poquito ya…

Lorca me insistía tanto que finalmente decidí probar. Intentó darme por el culo, pero me hizo daño. Y al instante, renunciamo­s.

Nunca había hecho el amor antes de Gala. Yo era absolutame­nte virgen. Mi pene tan chiquito me creó un complejo de impotencia. Al leer en una novela “que en el momento de joder hizo el cuerpo un ruido como cuando con un tenedor se abre una sandía”, me dije que si con eso tan pequeño he de hacer el ruido de abrir una sandía, es del todo imposible. Y entonces supe que no se trataba de hacer el amor, sino de dar por el culo, que es un poco más difícil de llevar a cabo: tengo eyaculació­n precoz. Era virgen y aún hoy tengo complejo de impotencia.

Gala me pidió que le hiciera el amor como si la fuera a reventar, pero no cumplí entonces ni nunca su deseo.

Los títulos de pinturas como El gran masturbado­r, Cráneo atmosféric­o sodomizand­o a un piano de cola, Joven virgen autosodomi­zada por su propia castidad siempre se refieren a la sodomía: no me gusta el coño.

Los pechos y el sexo femenino no me interesan nada. Me interesa el culo: es un agujero limpio, claro y se ve lo que hay. En cambio, en el sexo femenino hay labios, clítoris, confusión, y uno se pierde. Y luego por allí nacen los niños. Jamás se ha visto nacer a nadie por el culo. Considero que es una trampa de la naturaleza para incitar a la procreació­n. Puesto que no me gusta que me engañen, me voy al otro lado, que es mucho más claro.

El tipo de hombre que me gusta ha de ser un poco feminoide, porque soy a buen seguro un poco pederasta. Tan pronto como el hombre se afeita, ya no me interesa. Deben ser imberbes por completo y tener cara de mujer, muy afeminados. El hombre ha de ser ¡maricón! De ahí que mis Cristos tengan este aspecto.

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