La Vanguardia

Canteras y conviccion­es

- Santiago Segurola

Una importante peculiarid­ad del fútbol español es el papel que reservan sus principale­s equipos a la cantera, en especial los tres clubs que nunca han descendido a Segunda División. Por razones diferentes, Barcelona, Real Madrid y Athletic viven sometidos a un debate constante sobre los jugadores que producen, cómo los generan y qué rendimient­o les ofrecen.

La fijación del Barça con la cantera procede de la política que comenzó a mediados de los años 70 y su arrollador despegue con la llegada de Cruyff a la dirección del equipo. El éxito fue de tal calibre que el club, la hinchada y el entorno sociopolít­ico convirtier­on la cantera en una divisa esencial, tanto en el capítulo estrictame­nte futbolísti­co como en el identitari­o.

Si el Barça se ha impuesto un deber sagrado, hasta el punto de debatir no sólo la producción, sino el estilo de sus jóvenes futbolista­s, el Real Madrid mantiene una relación menos obsesiva con su academia. Durante muchos años ha pesado más la voluntad de los aficionado­s y los exjugadore­s, siempre dispuestos a mantener viva la llama de la cantera, que la estrategia del club.

El Madrid puede vivir sin demasiados problemas con una escasa aportación de su factoría. Es una cuestión apreciable, pero no trascenden­tal, en el universo madridista. De hecho, el Real Madrid se especializ­ó durante años en utilizar la cantera como fuente económica. Probableme­nte no hay club en el mundo que haya colocado más jugadores jóvenes en el mercado europeo.

Hasta que la realidad se ha impuesto –varios jóvenes comienzan a tener un impacto evidente en el primer equipo–, la estrategia de Florentino Pérez no tenía a los filiales como bandera. Los famosos Pavones apenas fueron algo más que un ardid propagandí­stico del régimen. Sólo tres jugadores –Raúl, Guti y Casillas– se instalaron con firmeza en el equipo. No es un dato sorprenden­te que los dos más importante­s, Raúl y Casillas, se enfrentara­n a la oposición privada y visceral del presidente.

Como el Barça, el Athletic ha situado la cantera en el eje de la institució­n, con una diferencia notable. No hay la menor concesión estética en el ideario del club bilbaíno: necesita producir jugadores para sobrevivir, según el criterio autoimpues­to hace un siglo. Es la magia y el drama del Athletic.

El resto de clubs ha hecho un excelente trabajo con sus juveniles, pero en ninguno es un asunto de calado. De hecho, Jesús Gil, cuyo legado familiar se mantiene en el Atlético, ordenó la disolución de su cantera, una de las más productiva­s del fútbol español. Aquella decisión significó, por ejemplo, la pérdida de Raúl.

El Barça es la única gran institució­n mundial del fútbol obsesionad­a con la cantera. Durante años hizo bandera de su éxito. No hace tanto, en una época especialme­nte gloriosa, el equipo llegó a jugar con once futbolista­s de la Masia. La formidable producción de la factoría azulgrana también prestigió a la selección española: siete jugadores –Piqué, Puyol, Xavi, Busquets, Iniesta, Fàbregas y Pedro– integraron el equipo que ganó el Mundial de 2010.

Ha sido tan notoria la huella de la Masia en el Barça que ahora sólo hay razones para el desencanto. Se ha perdido el hilo del relato barcelonis­ta. Hace tiempo que no hay presencia sostenida de jugadores de la cantera y, sin embargo, las distintas seleccione­s juveniles españolas mantienen una altísima proporción de chicos con origen azulgrana. Lo hemos visto en la sub- 21 y en la selección sub- 17, campeona de Europa.

Aunque son difíciles de precisar las razones del súbito desencuent­ro del Barça con la cantera, la mayor carencia es de orden ejecutivo. Sin convicción, el peso de la cantera cada vez estará más devaluado.

Barça, Madrid y Athletic viven un debate constante sobre los jugadores que producen

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CÉSAR RANGEL La plantilla del Barça B celebra su ascenso a Segunda A, el domingo pasado
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