Aupados por la crisis
Lucas Fox se ha hecho un hueco entre los grandes tras empezar en el 2005 con un móvil y un portátil
Alexander Vaughan llegó en 2005 a Barcelona con la intención de cambiar de vida. Británico, con 30 años, y una exitosa carrera de abogado en Freshfields y Farrer & Co, confiesa que no tenía ningún plan. “Quería hacer unos cursos de español, y luego ya vería. Por casualidad conocí a mi socio, Stijn Teeuwen, que estaba en Andalucía en el negocio inmobiliario y que quería venirse a Barcelona con su novia. Y así empezamos Lucas Fox, trabajando con un móvil y un portátil desde nuestro dormitorio”.
Vaughan y Teeuwen (un holandés, también abogado) empezaron vendiendo pisos a sus conciudadanos. “Sin clientes y sin cartera de inmuebles. Sin recursos y con la competencia de todas las grandes agencias que entonces estaban aquí muy fuertes”, recuerda. Pero su nicho funcionaba, porque había muchos compradores de estos países, y en seis meses abrieron una oficina.
Hoy Lucas Fox emplea a 140 personas, y además de su sede en Barcelona tiene oficinas en Madrid, Valencia, Marbella, Costa Brava, el Maresme, Sitges, Eivissa y Andorra.
Paradójicamente, la crisis inmobiliaria fue la clave: “Desaparecieron la mayoría de las agencias que eran nuestra competencia, mientras que nosotros nos mantuvimos porque nuestro nicho, de compradores extranjeros de viviendas de alto standing en Barcelona, aguantó. Y a partir del 2012, cuando el BCE aseguró que España no saldría del euro y se recuperó la confianza internacional empezamos a crecer”.
Lucas Fox ha crecido impulsada
Vaughan, inglés, y su socio holandés, Stijn Teeuwen, centraron la firma en vivienda de lujo para extranjeros
por el crecimiento de la marca Barcelona, y sólo en los últimos años ha empezado a crecer fuera de Catalunya. El propio Vaughan disfruta del estilo de vida que atrae a la ciudad a los clientes internacionales: vive en el Eixample, con una segunda residencia en el Empordà que le permite disfrutar los fines de semana de una de sus pasiones, los caballos. “Un deporte que es muy habitual en Inglaterra, pero que aquí tiene menos tradición”. Entre semana corre y va al gimnasio. “Procuro hacer algo cada día, aunque no se note mucho –bromea–. Me hace falta para aguantar el estrés de la empresa”. Y ahora, además, se añaden las noches sin dormir tras el nacimiento de su segunda hija, hace apenas dos semanas. “La mayor ya tiene diez años. Es otra historia”.
Según Alexander Vaughan, el punto fuerte de Lucas Fox es no ser una franquicia sino una firma independientes. “Tener a los propietarios trabajando da un carácter diferente a la empresa, otra intensidad y otro foco a todo el equipo –señala–. Y tenemos igualmente una red internacional, porque hemos firmado un acuerdo con Savills, que nos permitirá además de vehicular sus demandas dar un servicio adicional que nos piden los promotores”.
Lucas Fox ha lanzado ahora una nueva división, Lucas Fox Prime, para viviendas de más de dos millones de euros, y un nuevo servicio, que comercializa viviendas “fuera del mercado”, con acceso restringido a sus características, precios y fotos, en una área cerrada de su web, sólo accesible a clientes que la empresa “califique” como serios. “Muchos de nuestros clientes quieren discreción, que no trascienda que venden sus viviendas. O tienen obras de arte y no les apetece que sea público”, explica Tom Maidment, director de Prime y socio de Costa Brava y Maresme.
Vaughan destaca: “La mayoría de nuestros clientes son particulares y nuestra base es el servicio al cliente. Y los nuestros son extranjeros, aún más exigentes. También nos hemos focalizado en tener unos estándares éticos y de transparencia en un sector que tradicionalmente no ha tenido buena fama”.
La recuperación económica está dando alas a la firma: el año pasado intermedió viviendas valoradas en más de 200 millones de euros y en el primer trimestre crecía a un ritmo del 54% anual, impulsada por el alza de las ventas tanto en Barcelona como en Madrid y Valencia.