Dani Poveda
El festival Vida, de Vilanova, consolida su modelo de música indie en familia con un récord de 32.000 asistentes
DIRECTOR DEL FESTIVAL VIDA
El festival Vida de Vilanova i la Geltrú cierra su cuarta edición alcanzando la cifra récord de 32.000 asistentes a la Masia d’en Cabanyes. La organización no quiere crecer más en próximas ediciones para preservar calidad y personalidad.
El festival Vida de Vilanova i la Geltrú se consolida en su cuarta edición con 32.000 asistentes, en una progresión de público que la ha convertido en la más exitosa de su corta historia tras cuatro días de conciertos que finalizaron ayer con Miqui Puig & ACP en La Daurada Beach Club. El grueso de las actuaciones se desarrollaron en el parque que circunda la Masia d’En Cabanyes que acoge varios escenarios. Los dos principales situados en sus aledaños y el resto dentro de un espacio arbolado que muy adecuadamente recibe el nombre de El Bosc.
Además de música, los asistentes pueden hacer shopping y comprar desde zapatos y gafas a ropa de marca y es que hay que tener en cuenta que es un festival de música indie eminentemente familiar en el que abundan los niños en cochecitos y correteando. Así, no es extraño ver a padres cambiando pañales o sacando los bocatas para merendar en alegre pic-nic y con las orejeras a mano.
Se agradece que con la anglofilia rampante que caracteriza los festivales, en el Vida los escenarios se llamen La Masia, La Cova, La Cabana o el emblemático El Vaixell, en el que Raül Refree volvió a triunfar por tercera vez –tras acompañar a Silvia Pérez Cruz y Kiko Veneno– formando pareja flamenca con Rosalía. Otros que repetían, esta vez como cabezas de cartel en el escenario principal, eran Mishima. El grupo de David Carabén ofreció un solvente concierto combinando las canciones del nuevo álbum Ara i res –con la destacada colaboración del trompetista Pablo Fernández, como en las melancólicas y arrebatadas Menteix la primavera y Una sola manera– y grandes clásicos del calibre de Un tros de fang o incluso la especie de haiku sonoro Cert clar i breu rescatada de su primer disco en catalán.
Y si bien es cierto que los grupos anglosajones son los protagonistas principales, no lo es menos que el festival brinda inmejorables oportunidades a los locales. Así, Pau Vallvé aprovechó al máximo su oportunidad en el repleto y recóndito escenario de La Cova defendiendo de manera intensa y en formato de trío las canciones de su excelente último álbum doble Abisme cavall hivern primavera i tornar.
El gran cabeza de cartel del sábado fue el grupo Fleet Foxes que llegaba para estrenar su flamante tercer disco Crack-up publicado hace dos semanas. Había expectación porque llevaban seis años fuera de circulación. El quinteto que lidera el cantante y guitarrista Robin Pecknold se presentó reforzado por el batería Matt Barrick (The Walkmen) y pronto quedó claro que su folk se ha vuelto más barroco y progresivo si cabe, con arreglos entre los que destacan las sofisticadas armonías vocales, deudoras por momentos de clásicos como Crosby, Stills, Nash & Young y los Beach Boys. Aunque lejos de imitarlos su música va por vericuetos muy personales y alejados de los estribillos, aunque sin olvidarse de ellos, sobre todo cuando rescatan canciones de sus dos primeros álbumes, como la gloriosa White winter hymnal de su debut. Y entre las sorpresas mencionar que tras el estreno de On another ocean (january/june) hicieron sonar como coda un fragmento de música etíope. En su generoso y denso concierto demostraron que, lejos de acomodarse en su fórmula, se han convertido en una banda más compleja que aspira a la perfección de F. Scott Fitzgerald, cuyos ensayos para la revista Esquire son la inspiración de su nuevo álbum conceptual.
Aunque los grupos anglosajones son los protagonistas, hay grandes oportunidades para los locales