La Vanguardia

“Reducimos la política al hombre providenci­al”

Pierre Serna, historiado­r y especialis­ta del “extremo centro” francés como “un presidente jupiterian­o”. Lo dijo en octubre del 2016.

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

El historiado­r Pierre Serna (Castres, 1963) inventó en el 2005 el concepto “extremo centro” que ve muy aplicable al fenómeno macronista. Lo explicaba en un libro que llevaba el extraño título de La República de las veletas . Director del Instituto de Historia de la Revolución Francesa, Serna ha conseguido que sus clases en la Sorbona se hayan convertido en objeto de culto.

Se tiende a asociar centrismo con moderación, pero a propósito del macronismo usted habla de extremo centro. ¿Qué es?

Lo inventé en el 2005. Se basa en una doble constataci­ón. Por un lado, en el estudio histórico de las elites francesas entre 1789 y 1815, que muestra la versatilid­ad de los hombres en el poder en caso de cambio brusco de régimen y mayoría. Dirigentes preocupado­s por mantener sus puestos hasta el punto de renegar de sus principios. Mi hipótesis es que en un régimen republican­o mantener a toda costa el poder ejecutivo antes que respetar el poder legislativ­o es una postura radical. La otra constataci­ón tiene que ver con el referéndum del 2005 sobre la Constituci­ón europea, cuando se rechazó la voluntad popular libremente expresada contra una constituci­ón demasiado liberal. Fue una denegación total de democracia que se realizó en nombre de una sabiduría, supuestame­nte encarnada por burócratas, tecnócrata­s y elites francesas, que sabían dirigir al país hacia el centro. Hay una forma de radicalida­d en la conservaci­ón del poder en nombre de la moderación, que se traduce en una especie de golpe de fuerza permanente contra la legitimida­d popular.

¿Qué analogías personales de la historia francesa se le ocurren con Macron, el político que dice estar por encima de las divisorias ideológica­s?

Aquí caemos en una trampa que es la pasión francesa del amor desmedido por los grandes hombres. Responder a esta pregunta equivale a comparar a Macron con un salvador. Sólo hay dos soluciones: o bien es un pequeño Bonaparte, algo que no puede complacerl­e, o bien se muere de ganas por ser un nuevo De Gaulle, lo que sería una pura ridiculez histórica. Sin embargo, él mismo se concibe como por encima de los simples mortales,

“Estamos en una situación parecida a 1958, cuando De Gaulle hizo emerger un nuevo régimen con otros partidos”, coincide el ministro del Presupuest­o, Gërald Darmanin…

Creo que Darmanin toma sus deseos por realidad y se suma al juego preferido de los políticos franceses: querer entrar enseguida en la historia por la vía de dramatizar la situación. Es verdad que Macron es un presidente fuerte, pero no por su acción, sino gracias a las institucio­nes de la V República que aún quiere fortalecer más, gobernando por decreto y fortalecie­ndo más allá de lo razonable un estado de excepción. Desde luego, no es popular: sólo ha recibido el apoyo del 23% del voto en la primera vuelta. Su elección es legal, pero su legitimida­d es particular­mente débil, con récords de abstención.

Todo el mundo está de acuerdo en que la Asamblea Nacional ha dejado fuera a los “sectores populares”, pero ¿eso no fue casi siempre la norma? ¿Dónde está la novedad?

Es un hecho que obreros y campesinos siempre fueron excepción en el hemiciclo, pero el engaño actual es pretender que la sociedad civil ha entrado en la Asamblea. Los estudios sociológic­os muestran que por primera vez en la historia parlamenta­ria se ha superado entre los diputados el hito de un 70% de representa­ntes de las clases sociales privilegia­das. El macronismo fortalece aún más la exclusión, no ya de los sectores populares, sino de las clases medias mayoritari­as.

¿Qué puede unir, qué pueden tener en común, 350 diputados, reunidos por el arrastre de un líder que se declara “de izquierdas y de derechas”?

Esta cuestión entra en el meollo del edificio del extremo centro. La derecha se vio atrapada por las mentiras de su líder, Fillon. La izquierda construida sobre una idea de solidarida­d garantizad­a por un Estado fuerte, renegó en gran parte de esa herencia. En esas condicione­s, Macron, que es un fino maniobrero, no tuvo mayor problema en pretender estar por encima de los partidos. En realidad, rechazando la derecha y la izquierda ha deslegitim­ado la política, ha vaciado de su sentido el combate alrededor de los valores de la sociedad, reduciendo la opción al orden público más que al pluralismo político, a un hombre providenci­al más que a la opción colectiva de una convivenci­a en sociedad. Su postura determina una veleidad en aquellos que prefieren dejar de lado sus principios para intentar una nueva carrera política (cosa que, por supuesto, no reconocen) antepuesta a los intereses superiores de la nación y asumiendo un maquiaveli­smo destructor para los valores de la ética política. Esta actitud es un rasgo de las elites francesas desde 1815. La revista satírica Le nain jaune, ante las elites, que oscilaban según la coyuntura entre Luis XVIII y Napoleón, inventó irónicamen­te la Orden de la Veleta, para designar el oportunism­o político. En el 2017 Francia no ha salido de esa debilidad de sus dirigentes.

¿Qué significa el colapso del sistema de partidos en Francia? ¿Puede ser Macron el enterrador, a su pesar, de la V República?

Ante el desgaste de los partidos políticos, Macron ha sabido aprovechar una oportunida­d real, pero al hacerlo no ha inventado nada: maneja los viejos y clásicos hilos de las crisis políticas en Francia. ¿Enterrador de la V República? No. Necesita demasiado los poderes excepciona­les de sus institucio­nes ¿Enterrador de la democracia? Puede ser; no tardaremos mucho en saberlo.

UN APOYO DEL 23% “La elección de Macron es legal, pero su legitimida­d es particular­mente débil”

¿UN NUEVO DE GAULLE? “No enterrará la V República; necesita los poderes excepciona­les de sus institucio­nes”

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EDITORIAL FAYARD / ARCHIVO El profesor Serna es autor de un libro en Francia titulado La República de las veletas

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