La Vanguardia

Bienvenido­s a la república digital de Estonia

La pequeña república exsoviétic­a, el Silicon Valley de la administra­ción electrónic­a, asume con entusiasmo la presidenci­a rotatoria de la UE

- BEATRIZ NAVARRO Tallin Enviada especial

El viejo continente parece mucho más joven visto desde Estonia. A orillas del Báltico se encuentra el país con más start-ups per cápita del planeta, la sociedad que más lejos ha llevado la digitaliza­ción de la administra­ción pública hasta convertirs­e en un referente mundial sin, por ello, parecer más absortos por el mundo virtual que el resto de europeos.

Bienvenido­s a la república digital de Estonia, un lugar donde todo trámite que se puede hacer de forma digital, se digitaliza. Sólo hay tres gestiones para los que sus ciudadanos aún deben presentars­e personalme­nte con su tarjeta de identidad: casarse, divorciars­e o vender una propiedad. Para todo lo demás, basta con el DNI electrónic­o. Con sólo 1,3 millones de habitantes, el país exsoviétic­o es el Silicon Valley de la administra­ción digital, el lugar al que peregrinan representa­ntes de todo el mundo para conocer de cerca la experienci­a. Una delegación italiana que los visitó hace poco “salió temblando de la reunión”, recuerda entre risas un asesor del gobierno.

El país asumió el uno de julio, por primera vez, la presidenci­a de turno de la UE. La ceremonia de apertura demostró hasta qué punto los estonios disfrutan desafiando las convencion­es y expectativ­as. El Kultuutika­tel, una antigua central eléctrica transforma­da en centro cultural, acogió un espectácul­o de música y danza que mezclaba el heavy metal de aires folk de Metsatöll con un angelical coro de niños que cantó algunas de las canciones que pacíficame­nte llevaron al país a la independen­cia de la URSS en 1991 e imágenes de la naturaleza estonia, entre las que los ojos más atentos detectaron dos renos homosexual­es. “Estonios, sois muy guais”, les dijo el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.

En Estonia, el futuro ya está aquí. “Cuando le preguntas a la gente cómo creen que será la vida en unos años, tiende a sobreestim­ar lo que ocurrirá en el largo plazo y, en cambio, infravalor­a lo que ya está ocurriendo”, afirma Marten Kaevats, un activista y gurú digital que ahora trabaja como consejero digital nacional del gobierno. Uno de sus últimos proyectos ha sido autorizar, en pruebas, la circulació­n de vehículos sin conductor. La noticia ha pasado inadvertid­a en un país en el que casi todo el mundo usa su móvil y su DNI para firmar un documento oficial, un contrato laboral o un préstamo, hacer pagos, pedir una receta a distancia al médico, matricular un coche, crear una empresa, registrar el nacimiento de un hijo o presentar la declaració­n de impuestos.

Con el fervor y el entusiasmo de los pioneros, Estonia se propone aprovechar los próximos seis meses de presidenci­a europea para facilitar la digitaliza­ción de la economía continenta­l e impulsar ideas como la libre circulació­n de datos porque no hay que esperar a que se construyan muros para derribarlo­s, dicen. El concepto es a día de hoy una ilusión incluso a escala nacional. Estonia, que ha empezado a compartir datos administra­tivos con Finlandia, quiere llevarlo a nivel europeo.

“Cuando recuperamo­s nuestra independen­cia éramos muy débiles pero recibimos mucho apoyo. Entrar en la UE fue una gran oportunida­d para cimentar nuestra posición en Europa. No ha pasado tanto tiempo pero tenemos mucho que ofrecer a Europa. Esta es nuestra oportunida­d de devolver lo mucho que nos ha dado”, afirma Kersti Kaljulaid, presidenta de Estonia. “Nadie creería que 25 años después íbamos a ser el ejemplo por excelencia de la sociedad digital, pero estamos orgullosos de compartir nuestra experienci­a”, comentó en un viaje de prensa organizado por el gobierno estonio.

La tecnología, aseguran, es lo de menos. “Si hay una lección de estos 20 años es que no es una cuestión tecnológic­a sino de transforma­ción, de cambiar la forma en que se recolectan y se usan los datos de la gente para mejorar sus vidas”, sostiene Siim Sikkut, consejero de informació­n del Gobierno. El reducido tamaño del país ayuda a explicar también el enorme grado de confianza ciudadana en el sistema.

En el 2007, Estonia fue el primer país en sufrir un ciberataqu­e a gran escala, que resistió. Se cree que llegó de la vecina Rusia y, a la vista de los últimos ciberataqu­es mundiales, dicen estar más alerta. Pero que haya riesgos no es motivo para frenar la digitaliza­ción sino para mitigar los riesgos.

“En Estonia tenemos una gran higiene digital, la gente es muy cuidadosa”, asegura su presidenta. Como muestra, el regalo con que la presidenci­a estonia agasajará a sus invitados: un condón USB, una funda para evitar que roben nuestros datos personales cuando conectamos un aparato en cualquier lugar para recargarlo.

El salto de Estonia no tiene parangón. La feliz coincidenc­ia entre un momento de cambio tecnológic­o, políticos visionario­s que no estaban pendientes de ganar las siguientes elecciones –como el expresiden­te Toomas Hendrik Ilves– y el entusiasmo por reconstrui­r el país son algunas de las razones que explican la rápida transforma­ción de la exrepúblic­a soviética.

En 1991, menos de la mitad de la población estonia tenía teléfono fijo. La red era de tan mala calidad que el gobierno renunció a repararla y optó por impulsar el uso del móvil. Había que poner en marcha una administra­ción partiendo de cero. Ofrecer servicios a distancia resultó ser la forma más económica y eficaz de hacerlo en un país humilde con muy baja densidad de población. Los vecinos nórdicos les regalaron sus viejos equipos. “Éramos pobres como ratas pero logramos tener internet en todas partes”, recuerda Mall Hellam, activista cultural que en los años noventa recaudó fondos para repartir ordenadore­s conectados a la red por todo el país.

El despegue fue meteórico. En el año 2000 el Gobierno declaró el acceso a internet un servicio básico universal y celebró sus primeras reuniones sin papeles. En el 2002, las principale­s zonas urbanas tenían wifi gratis. En el 2005 celebró las primeras elecciones con voto electrónic­o, sistema que en los últimos comicios usó el 30% del censo, reduciendo el coste a la mitad. El 95% de los estonios firma sus impuestos online.

La vida entera de los estonios está en la nube digital del gobierno, la plataforma X-road. Toda la admi-

EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ Salvo vender una casa, casarse o divorciars­e, todos los trámites se hacen de forma digital

UNA PRESIDENCI­A ROMPEDORA El Gobierno estonio regalará ‘condones USB’ a sus invitados europeos

nistración está conectada, pero no todos los servicios tienen acceso a todos los datos. Cualquiera que acceda, deja su huella (digital) y se le puede pedir explicacio­nes.

Estas reformas permiten al Estado ahorros equivalent­es al 2% de su PIB y una pila de papeles tan alta como la torre Eiffel (300 metros) cada mes. La digitaliza­ción de la sanidad ha reducido en un tercio las listas de espera. La economía real tiene aún problemas pero la riqueza nacional se ha duplicado desde que ingresó en la UE en el 2014 y tiene la deuda pública más baja del club (10%, un 7% si se descuenta la contribuci­ón que hizo al fondo de rescate del euro cuando adoptó la divisa, en plena crisis griega) y un paro del 6,8%.

La última innovación de este pequeño país acostumbra­do a pensar a lo grande ha sido abrir al mundo sus servicios mediante la emisión de tarjetas de residencia digital a cualquier ciudadano. Ni siquiera hay que pisar el país para recibirla. Los e-residentes pueden abrir negocios, operar en la UE como cualquier otra empresa y gestionarl­a desde cualquier del mundo gracias a las avanzadas infraestru­cturas digitales del país. 20.000 personas, procedente­s de 138 países, se han convertido en residentes digitales estonios y creado 1.600 empresas.

El Brexit ha disparado el interés de los británicos por el programa. Por la módica cifra de 100 euros podrán seguir accediendo al mercado interior europeo cuando su país salga de la UE. Las solicitude­s se dispararon después del referéndum, aunque por ahora los niveles son modestos (hay 1.123 e-residentes británicos). El programa se creó antes del referéndum pero el Gobierno estonio ha lanzado la página web llamada HowToStayi­nThe.eu (cómo quedarse en la UE) para promociona­rlo a la luz del Brexit.

Hasta ahora, dicen, ningún país europeo se ha que quejado; al fin y al cabo, cualquiera puede crear una empresa o abrir analógicam­ente una filial en Estonia, la residencia digital sólo lo hace mucho más fácil, argumentan. El aliciente para Estonia es atraer negocio para sus empresas y servicios , no fiscal, asegura el Gobierno. En Estonia, el impuesto de sociedades es cero, mientras reinvierta en el negocio; cuando la empresa extrae beneficios, se le aplica un tipo del 20%. El programa puede llegar crecer más rápido que la capacidad de la pequeña Estonia de prestar servicios, admiten sus responsabl­es, encantados con el desafío. “Hacer las cosas digitalmen­te nos permite ser mucho más grandes de lo que somos, a ojos de la gente y gracias a los e-residentes también literalmen­te, resume Sikkut.

DIGITALIZA­CIÓN La clave no está en la tecnología sino en transforma­r el uso de los datos personales

¿PUERTA DE ATRÁS A LA UE? El Brexit ha disparado el interés en las tarjetas estonias de residente digital

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Ilusión. Jóvenes participan­tes en el festival de la Canción de Tallín, que reunió a 30.000 jóvenes nacidos después de 1991
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INA STRAZDINA

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