La Vanguardia

El bastón de Guillermo de Orange

- EUSEBIO VAL Roma. Correspons­al

De general a rey El superior general de los jesuitas, Arturo Sosa, en la entrega del bastón al rey Guillermo Alejandro, el pasado 22 de junio en Roma Los jesuitas

ceden a Holanda un trofeo de guerra del siglo XVI que se custodió en Barcelona

y luego en el Centre Borja de Sant Cugat

del Vallés El embajador holandés ante la Santa Sede destaca el símbolo de reconcilia­ción entre católicos y protestant­es

Los trofeos de guerra pueden convertirs­e, con el pasar de los siglos, en símbolos de reconcilia­ción. Eso ha ocurrido con el bastón de mando de Guillermo de Orange, el padre de la patria holandesa. Este objeto permaneció casi olvidado, desde finales el siglo XVI, primero en Barcelona y luego en el Centre Borja Sant Cugat del Vallès. El pasado 22 de junio, en la Biblioteca Apostólica Vaticana, tuvo lugar el simbólico acto de devolución del bastón al actual rey de los Países Bajos, Guillermo Alejandro, de visita al Papa. Se cerró un círculo de la historia europea.

El bastón de mando –de 80,5 centímetro­s de longitud, construido de madera y con incrustaci­ones de plata–, cayó en manos de los españoles en la batalla de Mookerheid­e, en 1574, cerca de la actual frontera con Alemania, durante la guerra de los Ochenta Años. Fue una contienda política, por la independen­cia de los Países Bajos, y también un enfrentami­ento religioso, entre católicos y protestant­es. Se cree que Guillermo de Orange había entregado antes el bastón a su hermano Luis de Nassau, que cayó muerto en combate, al igual que otro hermano, Enrique de Nassau. Las tropas españolas estaban al mando de Sancho Dávila y Bernardino de Mendoza. El bastón fue a parar a Luis de Requesens y Zúñiga, a la sazón gobernador de los Países Bajos. Requesens (Barcelona, 1528Brusel­as, 1576) fue un destacado militar, marino y diplomátic­o. Tuvo un gran protagonis­mo en la victoria en la batalla de Lepanto.

Tras la muerte de Requesens, el bastón, junto al resto de la herencia, recaló en Barcelona, en el Palau Reial Menor, del que ahora apenas queda la antigua capilla, hoy iglesia de la Mare de Déu de la Victòria. El legado de Requesens, que incluía un valioso archivo, fue transmitié­ndose a sus sucesores, hasta que uno de ellos, el conde de Sobrabiel, decidió donar la herencia a la Compañía de Jesús, que se hizo cargo de todo –incluido el bastón de mando de Guillermo de Orange– en 1921. En 1976 se produjo el traslado a Sant Cugat del Vallés.

El actual embajador de los Países Bajos ante la Santa Sede, Jaime de Borbón-Parma y Orange-Nassau, primo del rey Guillermo Alejandro, se enteró de la presencia del bastón en Sant Cugat por casualidad. Se lo comentó el director del Instituto Cervantes en Roma, el filósofo e historiado­r catalán Sergi Rodríguez López-Ros. “En Holanda no sabían nada pero se mostraron muy interesado­s”, indicó el embajador en una entrevista con este diario. Jaime de Borbón-Parma empezó a mover hilos. El embajador lleva la historia europea en los genes y posee también pasaporte español. Es hijo de Carlos Hugo de BorbónParm­a, durante años pretendien­te carlista al trono español. El representa­nte diplomátic­o puntualizó, sin embargo, que sus gestiones con el bastón nada tienen que ver con el carlismo.

Tras entrevista­rse con el entonces superior general de los jesuitas, Adolfo Nicolás –ya fallecido–, éste decidió ceder el bastón temporalme­nte a Holanda para una exposición en el Museo Nacional Militar de Soesterber­g, de abril a octubre del 2018. “Para nosotros no tiene mucho valor porque es un objeto militar y no religioso”, le dijo Nicolás al embajador. Luego surgió la idea de que la entrega protocolar­ia se hiciera coincidien­do con la visita del rey a Francisco (aunque el bastón ha vuelto a Sant Cugat y allí permanecer­á hasta que se mande al museo holandés, el año que viene).

Según el hermano Wenceslao Soto, secretario de la provincia de España e historiado­r de la Compañía de Jesús, ésta no podía ceder definitiva­mente el bastón de mando a Holanda “por fidelidad a las cláusulas de la herencia del conde de Sobrabiel, que moralmente obligaba a mantener unido ese patrimonio”.

Aunque se trate de un simple préstamo temporal, el rey Guillermo Alejandro agradeció el gesto. Le hizo entrega del bastón el actual superior general jesuita, el venezolano Arturo Sosa, quien le insistió en que era “un signo de reconcilia­ción” en el “espíritu” indicado por Francisco. Al monarca le acompañaba su esposa, la argentina Máxima Zorreguiet­a Cerruti. El embajador holandés, que habla un perfecto castellano, está convencido de que la cesión del bastón es un gran símbolo de concordia porque “el círculo se ha cerrado”. “El bastón pasó de un general holandés, que falleció en esta batalla, a un general español, y finalmente ha sido un general espiritual (Sosa) quien lo ha devuelto a Guillermo Alejandro de Orange-Nassau, el actual rey”, agregó. “En aquella época la religión dividía y alentaba la guerra –concluyó el diplomátic­o–. Pero ha habido una evolución hacia la unión de los cristianos y la paz. Francisco hace mucho por el ecumenismo y el diálogo interrelig­ioso. La religión puede causar el incendio de una crisis pero también es el agua que la apaga. Es importante esta historia porque Holanda tuvo colonias e hizo comercio esclavista. Hoy luchamos por los derechos humanos y la paz. A pesar de nuestras diferencia­s sobre algunos valores éticos (eutanasia, bodas homosexual­es), nunca Holanda y la Santa Sede han estado tan en sintonía en cuestiones mundiales como la paz, la inmigració­n y el cambio climático”.

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ALESSANDRO BIANCHI / REUTERS
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