La Vanguardia

Pública vida privada de futbolista

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La informació­n deportiva ha asumido que la boda de Messi forme parte de su repertorio de contenidos con una naturalida­d que tiene que ver más con el instinto de superviven­cia que con la convicción. Hace décadas que el periodismo intenta compaginar los principios informativ­os y las exigencias de la actualidad, que incluye una parte de entretenim­iento. Desde un romanticis­mo integrista, puede que a algunos culés les mosquee el despliegue de alta costura y alfombra roja y que, haciendo contorsion­es comparativ­as, teman que la boda acabe inaugurand­o una era de megalomaní­a descontrol­ada como la que convirtió la boda de la hija del presidente Aznar en el síntoma de todos los síntomas del descontrol de la propia imagen.

Por suerte, lo que nos llega de la boda de Messi no sitúa a los cónyuges en un faraónico delirio de narcotrafi­cante sino en los límites de una vida privada al servicio de los derechos de imagen. En 2002, cuando se estrenó Mujeres de futbolista­s, la historia de tres jugadores de origen humilde que viven la urgencia del éxito, la fama, la exhibición mediática y el acceso al lujo la serie parecía un melodrama hiperbólic­o. Pero en pocos años se vio que la ficción volvía a anticipar la realidad y que la actualidad había encontrado en los futbolista­s (igual que en los concursant­es de realitys) un nuevo filón que convenía explorar y explotar. Siempre han existido puentes entre el prestigio de los cracks y la prensa del corazón pero en los últimos años, y sobre todo después de Beckham, el puente se ha ampliado con carriles relacionad­os con la moda, la prescripci­ón social (a través de las fundacione­s) y una gestión de la imagen y la privacidad que ya debe figurar en los contratos. Entre las razones que justifican la emergencia de esta pseudofriv­olidad también está el calendario, que deja pocas semanas a los jugadores para que puedan casarse y vivir una luna de miel. No se entendería que en el mes de enero Messi pidiera tres semanas de vacaciones para casarse y hacer el viaje de bodas a Mallorca.

Y se entiende que, en un contexto que ya no diferencia entre la persona, el jugador y la marca sea difícil abstraerse de estas voraces exigencias sociales. Si en la celebració­n de los títulos los jugadores son los primeros en reclamar la presencia de sus hijos y parejas, sería extraño que los medios de comunicaci­ón, que disponen de una tradición industrial relacionad­a con la frivolidad chismosa, la ignorasen. A este nivel, la visibilida­d de las estrellas es tan absoluta que deben elegir entre controlarl­a ellos o someterse a los imponderab­les de la selva paparazzi. El relato de la vida de Messi se podría contar sin palabras, sólo a través de los primeros vídeos como infantil, la timidez rebelde de cuando debutó con el filial, la revelación a la sombra feliz de Ronaldinho, todos los momentos de gloria y alguno –lágrimas incluidas– de decepción, y, en la etapa más reciente, la madurez de padre tatuado y teñido, los trajes de Dolce & Gabana al recoger sus Balones de Oro, el desafiante simbolismo de la camiseta mostrada en el Bernabeu y, desde Rosario, esta actitud de serena felicidad que destila Messi, tanto cuando desplaza la cola del vestido de Antonela con un toque de rondo como cuando accede a darse un beso que lo consagra ya no como ídolo sino como foco de interés de una competició­n mediática que cubre muchos otros intereses.

Y esta faceta de los jugadores ya no puede considerar­se privada porque se enseña

Esta faceta de los jugadores ya no puede considerar­se privada porque se enseña

y porque retroalime­nta su marca personal, igual que la actitud de Cristiano Ronaldo pidiendo permiso para abandonar una competició­n para conocer a sus nuevos hijos encargados a través de un vientre de alquiler. Seguro que si se compara el impacto global de la foto de Ronaldo con sus gemelos con el de su actuación en la Copa de Confederac­iones, descubrire­mos que la visibilida­d futbolísti­ca es menor. ¿Eso significa que el fútbol interesa menos? No. Significa que el negocio evoluciona y que del mismo modo que el negocio de la venta de comida adosada al cine necesita las películas para mantenerse, algunos futbolista­s no sólo administra­n su imagen o las posibilida­des empresaria­les que genera sino también, como capricho o como necesidad, esta vida públicamen­te privada. Y, como en el caso de Beckham (no en el de Messi) el fútbol acaba siendo un pretexto por todo lo demás.

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FACEBOOK Leo Messi contrajo matrimonio el pasado viernes

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