La marmita del UKIP

LA marmita del UKIP es como la del druida Panorámix, pero su pócima no es mágica, sino tóxica. Quienes caen en ella no tienen la fortaleza de Obélix, sino la maldad de Nigel Farage. Si hace poco más de un año las mentiras de Farage (“fue un error decir que el Reino Unido abona 350 millones de libras a la UE y que por tanto podremos destinar el dinero a la sanidad”) impulsaron el Brexit, ahora el partido populista pretende cambiar el antieuropeísmo por la islamofobia.

De la marmita populista británica del UKIP acaba de emerger Anne Marie Waters, a la que el Daily Telegraph ha calificado de Juana de Arco neofascista, que aspirar a liderar el partido. Este personaje disparatado intenta resucitar un partido moribundo, que desde el Brexit sólo acumula disgustos y desprecios. Entre otras razones porque se ha percibido como una máquina de mentir. Waters va más lejos en sus referencias contra la inmigración que Marine Le Pen, pero resulta especialmente radical cuando se refiere al islam, que asegura que no es una religión de paz –el exlíder del UKIP le suspendió su candidatura a diputada por Lewishan East en junio tras calificar el islam de“malvado” y “máquina de matar”– y aboga por cerrar mezquitas y deportar gente. Olvida que en el Reino Unido residen casi tres millones de musulmanes (el 10% de la población en Londres profesa esta religión), la mitad de los cuales han nacido en el país.

Los analistas no acaban de entender qué le ha ocurrido a Anne Marie Waters, pues se inició políticamente en el Partido Laborista y fue una activista de los derechos civiles –ella es lesbiana y defensora de los matrimonios gays– para pasar hace un año a relacionarse con el Pegida, movimiento xenófobo nacido en Alemania, que difundió en su país. Es evidente que la marmita del UKIP no es a base de muérdago como en el caso de la aldea de Astérix, sino de odio, así que más que superhombres produce monstruos.