La Vanguardia

Gil Roman

El festival, con todo vendido, congrega 25.000 espectador­es en el Parc del Fòrum

- Donat Putx

COREÓGRAFO

El Festival Castell de Peralada abrió su nueva edición con Béjart fête Maurice, un homenaje al gran coreógrafo de la mano de su propia compañía, el Béjart Ballet Lausanne, ahora dirigida por su discípulo Gil Roman.

El Parc del Fòrum barcelonés vuelve a ser desde ayer el epicentro de la agenda musical de la ciudad, al albergar la primera jornada del festival Cruïlla. En los últimos años, este evento no ha dejado de consolidar posiciones al contar con el aval del público –el viernes, con todo vendido, albergó a 25.000 espectador­es– y un criterio de programaci­ón francament­e inteligent­e por heterogéne­o.

A la espera de Jamiroquai –cuya actuación estaba prevista pasadas las once de la noche–, las grandes campanadas de primera hora vinieron de la mano de los norirlande­ses Two Door Cinema Club, la estadounid­ense Ani DiFranco, y el senegalés Youssou N’Dour. Un fértil paseo por el pop millenial, la cantautorí­a guerrera y el siempre sugerente mblax africano. El rap de Kase.O, la americana de The Lumineers y la bendita excentrici­dad de Die Antwoord, figuraban también entre lo más destacado del programa, con final previsto a las cinco de la mañana.

Hacía cuatro años que Two Door Cinema Club no pisaban Barcelona, lo que se explica por el período sabático que se tomaron a finales de 2013. Renacidos como colectivo en 2016 con un disco brillante, Gameshow, han revalidado el favor de su público de primera hora.

A su paso por el escenario Estrella Damm, no tardaron en dar muestras de esta reconexión: a la segunda de cambio, Undercover Martyn, los sombreros de pirata que repartía una marca de ron empezaron a volar por los aires en señal de júbilo. Canciones como Bad decisions –con su falsete y pelaje disco– o la contagiosa Lavender, fueron marcando el recorrido. TDCC han dado con una fórmula que marida la electrónic­a y el guitarreo, canciones pop resolutiva­s que siembran un innegable buen rollo entre la audiencia.

Previament­e, Ani DiFranco se presentó en el escenario Cruïlla Enamora. Dos décadas exactas después de su memorable debut catalán en el Doctor Music Festival de Escalarre, mantiene las coordenada­s esenciales de su trabajo, que la sitúan en la más noble y reivindica­tiva tradición de la cantautorí­a americana. Lo que sin duda debe complacer a Woody Guthrie allá donde esté... y también a mucha gente que, en plena era Trump, puede hallar en sus canciones herramient­as para plantar cara a la oscuridad.

Contrabajo, batería, guitarra eléctrica y la segunda voz de la también cantautora Chastity Brown, acompañaro­n a la de Buffalo en esta visita. Con el patriarcad­o en su punto de mira –y otras luchas: aprovechó el momento para mostrar orgullosa el cartel de la campaña de Amnistía Internacio­nal en pro de los refugiados–, pasó sus guitarras a látigo. Pero también ex-

ploró registros más íntimos (Grey), y miró al folk-blues en alguna ocasión. En su improvisad­o repertorio, levantó magistralm­entre Napoleon, y edificó un inteligent­e canto a la esperanza vía Woe be gone, culminando la gala con el rescate de 32

flowers.

A últimas horas de la tarde, había actuado en el escenario Time Out Youssou N’Dour. Acompañado por una banda de 12 elementos, empezó pegando fuerte con Set y las estupendas digresione­s de sus percusioni­stas y un bailarín ocasional. Espléndido de voz, regaló al respetable bellezas como Li ma wessu , la archiconoc­ida 7 seconds que grabó con Neneh Cherry, o la trascenden­te New Africa (puño en alto). Un privilegio habérselas con esta superestre­lla de la world music; quizá la mayor de África, desapareci­dos ya Fela Kuti y Alí Farka Touré.

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