La Vanguardia

No es mes para becarios

- Llucia Ramis

Julio solía ser un mes tranquilo, apto para becarios. Pero, desde hace un tiempo, los políticos no quieren vacaciones y les complican el veranos a los periodista­s. Este lunes, a las nueve de la noche, salta la noticia de que el presidente Carles Puigdemont destituye a Jordi Baiget y pone en su lugar a Santi Vila. Un momento. Acabo de ver a Puigdemont y a Vila en La Casa del Libro, durante la presentaci­ón de Dos

estados, de Ferran Mascarell. Entre los asistentes estaba Francesc Homs.

Repaso mentalment­e el acto, intentando detectar alguna pista sobre quién será el nuevo conseller de Cultura, ahora que Vila se hace cargo de Empresa i Coneixemen­t. El editor de Arpa, Joaquim Palau, daba la bienvenida a los invitados, que han llenado la sala: Irene Rigau, Jordi Jané, Joan Rigol, Isabel-Clara Simó, Vicenç Villatoro, Albert Pèlach, director de Enciclopèd­ia Catalana, el dramaturgo Hermann Bonnín, el galerista Carles Taché. Mascarell le dedica un agradecimi­ento especial a Ricardo Rodrigo por haberle animado a escribir el libro, basado en sus conversaci­ones con la gente en Madrid, donde es delegado de la Generalita­t. “Allí no vale hacerse el simpático porque, si no les gusta lo que dices, no les harás cambiar de opinión”, explica, “sólo te respetan si dices las cosas con contundenc­ia”. Añade que está muy extendida la política heroica, en la que negociar significa ganar. Y el Estado, en manos de una élite pequeña, cree ser propietari­o de las tierras, de las que seríamos los cortijeros. “Este no es un procés contra España”, concluirá Puigdemont, “sino un procés para reentender­nos”.

Pero la cuestión, pensaba yo el lunes por la noche, era cómo averiguar quién llevaría cultura. Es un cargo puñetero. Por un lado, tienes que gestionar, con poco dinero, un montón de disciplina­s, desde el arte hasta el cine. Por otro, debes satisfacer muchos egos que, además, tienen acceso a los medios y, por tanto, un altavoz. La mayoría de escritores subsiste gracias al columnismo. Si algún proyecto no les gusta, sus críticas estallarán ante tus ojos. Mascarell lo sabe, porque fue conseller de Cultura con dos Governs distintos, también concejal. Conoce a todo el mundo y todos le conocen. Pero…

“¡Laura Borràs no llevaba tacones!”, exclamo triunfal al día sitora

INMA SAINZ DE BARANDA guiente, en la sala de estar de la señora Florència Ventura. Ella le ha pedido a la editora de Edicions 62, Pilar Beltran, que nos haga una foto a los redactores. Sentado a su lado, Jordi Amat presenta Com una pàtria. Vida de Josep Benet, que empezó en este mismo piso de Galvany, donde la anfitriona y el biografiad­o vivieron más de sesenta años. Benet, “personaje complejo y sutil”, según Amat, conservaba mucha documentac­ión de una época oscura (desde 1943, cuando se prometió con Florència) de la que apenas hay informació­n. Papeles y más papeles, para el segundo volumen de sus memorias, que no llegaría a escribir, ya que murió en 2008. Lo hizo sin rencor, dice su viuda, pero triste y decepciona­do, porque se sentía apartado; no le hacían caso.

Fue un “Fouché bueno”, según Josep Maria de Sagarra. Y Amat añade: “Pero un mal Maquiavelo”. Sus rivales políticos eran Tarradella­s y Pujol, que ganaría las autonómica­s después de que Benet hubiera sido el senador más votado en 1977. ¿Cómo actuaría hoy? “Josep haría lo que hizo siempre: trabajar para el país”, responde Florència. Pero volvamos al cotilleo de los periodista­s. El hecho de que la direc- de la Institució de les Lletres Catalanes fuera sin tacones a la presentaci­ón del día antes, ¿podría significar que tendremos consellera? Hacemos quinielas, pero en Twitter las apuestas van por otro lado. ¡Un segundo! Recuerdo que Vila se retrasó un poco; iba con Manuel Forcano, director del Instituto Ramon Llull. ¿Y si estaban reunidos para hablar del traspaso de poderes?

Poco después, la anosmia del sector queda en evidencia, al anunciarse el nombre de Lluís Puig, hasta ahora director general de Cultura Popular. Las redes lo cuentan todo de todos, pero a la hora de la verdad, no saben nada de nada. Son como la pesadilla del Gran Hermano hecha realidad, dice Raffaella Salierno en la Sala Mirador del CCCB. El miércoles, más de trescienta­s personas escuchaban a Timothy Garthon Ash hablando de los Ataques a la libertad de expresión. Ahora, en la quinta edición del día Orwell, el enfoque es más literario que periodísti­co, y Antonio Monegal y Manel Ollé debaten sobre Verdad y ficción en la distopía totalitari­a. La actriz Rosa Cadafalch lee fragmentos de La acusación (Libros del Asteroide/Periscopi), en los que Bandi, autor disidente en el interior, relata cómo es el día a día en Corea del Norte.

Joaquim Amat-Piniella prefirió la novela a la narración testimonia­l

para escribir K.L. Reich. Considerab­a que la ficción refleja mejor la realidad que la propia realidad. Prueba de ello es que, en el turno de preguntas, una chica cubana recuerda que todos los regímenes de control son iguales, ya sea el de 1984, el de Kim Jong Un o el descrito por Senel Paz en el libro que inspiraría­Fresa y chocolate. Cuántas cosas podrían leer los políticos en verano, si tuvieran vacaciones.

Las redes lo cuentan todo de todos, pero, a la hora de la verdad, no saben nada de nada

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LLIBERT TEIXIDÓ
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QUICO SALLÉS
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