Como un queso
EN apenas una semana, Carles Puigdemont ha dicho que “damos miedo al Estado y más que daremos” y que el Gobierno de España puede hacer cosas que “a cualquier demócrata le pueden poner los pelos de punta”. Así que no queda claro si vamos a atemorizar o seremos atemorizados. El momento político catalán se parece a aquel territorio comanche que definió Arturo Pérez-Reverte en su libro sobre los corresponsales de guerra: un espacio excesivamente lejos para saber que está pasando y demasiado cerca para volver atrás.
Mariano Rajoy es previsible. Seguramente, demasiado. El independentismo parece hacer caso a Mao, cuando escribió: “Hay que luchar y seguir luchando aunque sólo sea previsible la derrota”. En Hamburgo, a Rajoy se le preguntó sobre las palabras del presidente de la Generalitat acerca de que el Estado estaría dispuesto a todo para frenar el secesionismo, y se limitó a declarar que se ceñirá a la ley. Nada nuevo bajo el sol. Se cuenta que el líder del PP catalán se vio recientemente con el presidente con alguna iniciativa política en la cartera y en la Moncloa se le respondió que ahora no es el momento. Los tiempos de Rajoy los marcan los relojes blandos dalinianos, inspirados en un camembert derritiéndose. También la política española parece inspirarse en los quesos, sobre todo en los azules, que necesitan cierta podredumbre (los mohos) para madurar.
De lo poco nuevo que ha traído la semana es la llamada del PSOE a no recurrir al artículo 155 de la Constitución y a tomar medidas políticas para evitar la consulta. No se trata de grandes novedades, pero al menos los socialistas intentan apartarse del desesperante quietismo. Que en el territorio comanche impide ser avistado, pero tampoco conduce a ninguna parte.