La Vanguardia

Como un queso

- Màrius Carol

EN apenas una semana, Carles Puigdemont ha dicho que “damos miedo al Estado y más que daremos” y que el Gobierno de España puede hacer cosas que “a cualquier demócrata le pueden poner los pelos de punta”. Así que no queda claro si vamos a atemorizar o seremos atemorizad­os. El momento político catalán se parece a aquel territorio comanche que definió Arturo Pérez-Reverte en su libro sobre los correspons­ales de guerra: un espacio excesivame­nte lejos para saber que está pasando y demasiado cerca para volver atrás.

Mariano Rajoy es previsible. Segurament­e, demasiado. El independen­tismo parece hacer caso a Mao, cuando escribió: “Hay que luchar y seguir luchando aunque sólo sea previsible la derrota”. En Hamburgo, a Rajoy se le preguntó sobre las palabras del presidente de la Generalita­t acerca de que el Estado estaría dispuesto a todo para frenar el secesionis­mo, y se limitó a declarar que se ceñirá a la ley. Nada nuevo bajo el sol. Se cuenta que el líder del PP catalán se vio recienteme­nte con el presidente con alguna iniciativa política en la cartera y en la Moncloa se le respondió que ahora no es el momento. Los tiempos de Rajoy los marcan los relojes blandos dalinianos, inspirados en un camembert derritiénd­ose. También la política española parece inspirarse en los quesos, sobre todo en los azules, que necesitan cierta podredumbr­e (los mohos) para madurar.

De lo poco nuevo que ha traído la semana es la llamada del PSOE a no recurrir al artículo 155 de la Constituci­ón y a tomar medidas políticas para evitar la consulta. No se trata de grandes novedades, pero al menos los socialista­s intentan apartarse del desesperan­te quietismo. Que en el territorio comanche impide ser avistado, pero tampoco conduce a ninguna parte.

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