Rosa Ribas
ESCRITORA
La autora catalana residente en Frankfurt Rosa Ribas mezcla la figura del hombre lobo con la emigración española en Alemania en La luna en las minas, novela en la que aborda el padecimiento de alguien que lucha con la bestia.
Mezclar la figura del hombre lobo con la emigración española en Alemania es una combinación insólita. Pero la catalana residente en Frankfurt Rosa Ribas (El Prat de Llobregat, 1963) sale airosa de ello en La luna en las minas (Siruela), novela que arranca en el Maestrazgo valenciano, en los tiempos de la Guerra Civil, con un niño con una sospechosa atracción hacia la sangre y sobre el que parece pender un terrible destino.
Aunque su editor le pedía más historias de la comisaria Cornelia Weber-Tejedor, ella tenía ganas “de un registro diferente a la novela negra. Cornelia es de la segunda generación de inmigrantes, pero me quedaba hablar de la primera, la que se fue”. Y “¿por qué no hacerlo con un hombre lobo, pero de manera realista? Evitando todos los recursos de la novela gótica o fantástica, jugando con la metáfora de la bestia que todos llevamos dentro. De hecho, del catálogo de monstruos occidentales, el hombre lobo es el único humano”.
El problema de explicar el argumento de La luna en las minas es que hace pensar en una novela muy diferente de la que es realmente. “Es un hombre lobo del Maestrazgo que emigra, los libreros lo colocan en el lugar equivocado, ayer una mujer me dijo ‘¡uy, qué miedo!’, ‘no, señora, que no da miedo, a mí me interesa el hombre y no el lobo’”. El chico reprime con fuerza los espasmos que lo transformarían, y eso crea una curiosa empatía hacia el personaje. “Quería que los lectores compartieran el padecimiento de alguien que lucha contra la bestia. Su abuela educa a una criatura, pero también está domando una bestia, por eso le da tantos golpes de cinturón, que al principio él no entiende, por la desmesura, no hay proporción entre los castigos que recibe y lo que ha hecho”.
Joaquín se impone, a veces, a la gente. “Tiene un gran poder, y en ocasiones lo hace salir. Sólo tiene que mirar e intimida. El carisma, a veces, no es más que miedo, la gente lo mira y piensa ‘este tío me puede hacer daño’. Es chiquitín, pero notan que dentro de él hay una violencia incontrolable, me gusta mucho la imagen de que la bestia le sale por los ojos, los ojos como balcones a los que el lobo se asoma”.
Buena parte de la acción sucede en los ambientes mineros de los emigrantes europeos, donde los españoles se mezclan con polacos y otras nacionalidades. “Mi abuelo era de Vistabella, era muy pobre, trabajaba picando piedra, medio desnudo. Encuentro que es una parte de la historia reciente que no se ha tratado mucho en la literatura, y eso que salieron más de 100.000 personas para trabajar en Alemania, Francia, Bélgica...”. La amistad entre los mineros “es como la del grupo de lobos, muy intensa, los más débiles son los últimos de la fila, tanto en una manada como en la mina. El trabajo que hacían en el Ruhr era durísimo, pero sabían que si les pasaba alguna cosa, los compañeros se jugarían la vida para salvarlos”. Se trata de una “novela de trabajadores, proletaria, de cuando los emigrantes eran los españoles, que se nos ha olvidado, hemos tenido una etapa de nuevos ricos que ha enseñado una cara muy fea, una falta de empatía con los que pasan lo mismo que pasamos nosotros”.
Sobre los prejuicios contra el sur, dice que “dependen del nivel de información de la gente. Los que son un poco críticos se dan cuenta de que esta idea de que los alemanes trabajan todo el día para pagar la siesta de los vecinos del sur es falsa, una cortina de humo que tapa los recortes del sistema social alemán”.