La Vanguardia

Patufet en guerra

- Daniel Arasa

Un matrimonio se encuentra con un obeso señor que lleva un ventilador bajo el brazo. Le preguntan: “I aquest estiu, on va vostè a prendre la fresca?”. “No, no. Aquest estiu no ens volem molestar; ens farem servir la fresca a casa. Ací ja porto tota la marinada de S’Agaró”.

Este chiste sería anodino, irrelevant­e, si no fuera por la fecha de publicació­n: el 17 de julio de 1936. ¡Cuán ajenos estaban a lo que se avecinaba! Al día siguiente empezaba la Guerra Civil y ¡menudo verano les esperaba a los 24 millones de españoles del momento! Por supuesto, también los tres años siguientes.

El chascarril­lo aparecía en En Patufet ,la revista humorístic­a ilustrada cuya alma y principal colaborado­r sería Josep Maria Folch i Torres y que ayudó a aprender catalán a un par de generacion­es antes de la guerra. En estas últimas semanas, una exposición del Memorial Democràtic que dirige Plàcid Garcia-Planas, y un catálogo editado por Julià Guillamón, dan a conocer la peripecia de En Patufet en el periodo bélico. De entrada es ya interesant­e cómo una publicació­n de signo originaria­mente católico sobrevive en un periodo en que quienes mandan de verdad en Catalunya son primero los anarquista­s y luego otros con predominio comunista-estalinist­a.

La exposición muestra cómo En Patufet habló de la guerra sin hablar de ella, describién­dola entre líneas o, más exactament­e, entre viñetas. Chistes sobre el hambre y las colas para obtener alimentos, ilusionist­as que sacan huevos o bistecs que desaparece­n del plato, o hasta bromas sobre los bombardeos. Como aquel: “Noi, tu sí que no has de tenir por dels avions. En sentirlos, fas sortir la teva dona a la finestra, i si la veuen, rai!, segur que tots passen de llarg”.

Sin ser en absoluto franquista­s, todo lo contrario, Folch i Torres i los restantes colaborado­res, como Junceda, Cornet, Llaveria… estaban en el punto de mira por católicos y por catalanist­as conservado­res próximos a la antigua Solidarita­t Catalana i Acció Catalana. Debían ir con cuidado y lograron no sólo sobrevivir sino suavizar las miserias del momento extrayendo al lector alguna sonrisa a través de sus ironías. Supieron jugar hasta con la Navidad prohibida. El 17 de diciembre de 1937 aparecía una viñeta en la que, sin decirlo, cualquiera podía deducir que “aquello” era un belén.

Es, en fin, una exposición sobre la guerra nada guerracivi­lista.

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