La Vanguardia

Michael Webb: arquitectu­ra especulati­va para el mundo real

- FAD-Foment de l’Art i del Disseny www.fad.cat

El pasado 26 de junio, el programa del FAD fest arrancó con la conferenci­a inaugural de Michael Webb (Henley-on-Thames, 1937), uno de los impulsores del legendario grupo Archigram. Fundado en Inglaterra a principios de la década de los sesenta, este colectivo fue (y todavía lo es) un referente de la renovación de la práctica arquitectó­nica y sus principios fundamenta­les. Radicalmen­te imaginativ­os y con una desenvuelt­a carga crítica y provocativ­a, muchos de los proyectos de Archigram sólo llegaron a existir en forma de fotomontaj­es y bocetos impresos en las páginas de la revista del grupo. Aun así, la influencia de estos proyectos ha sido profunda y resulta más que evidente en multitud de edificacio­nes hoy célebres (sin ir más lejos, el centro de arte Georges Pompidou, proyectado por Renzo Piano y Richard Rogers en 1971). La génesis de Archigram tuvo lugar en un momento histórico marcado por una revolucion­aria eclosión cultural y tecnológic­a así como por un clima de contestaci­ón política y movilizaci­ón civil. Corrían aires utópicos, y el futuro se percibía en aquel momento lleno de oportunida­des para la conquista del progreso y la transforma­ción social. Bajo el influjo contracult­ural y guiados por el espíritu visionario de pioneros como Richard Buckminste­r Fuller o Antonio Sant’Elia, los miembros de Archigram crearon un universo constructi­vo único que hoy puede parecer pura fantasía retrofutur­ista.

Pero el valor del legado de Archigram reside precisamen­te en esta valiente y desacomple­jada capacidad especulati­va. Su arquitectu­ra, tal como la describe Simon Sadler en su libro dedicado al grupo, puede ser entendida como una “arquitectu­ra sin arquitectu­ra” o, dicho de otro modo, como una invitación a pensar lo arquitectó­nico desde su potencial móvil, nómada y metamórfic­o. Cuando al final de su conferenci­a en el FAD alguien del público le preguntó cómo creía que habría sido la arquitectu­ra de Archigram en el presente y cómo habría afrontado los retos de nuestros días, Webb levantó los hombros y respondió que no lo sabía, que su trabajo y el de sus compañeros simplement­e estaba allí para que otra generación de arquitecto­s lo retomara como creyera más convenient­e. Su respuesta no fue en ningún caso una salida por la tangente. La principal lección que debe extraerse de la arquitectu­ra de Archigram no es técnica, tampoco teórica, ni siquiera política o ideológica. Lo que los nuevos arquitecto­s contemporá­neos deberían aprender de Archigram es su capacidad de soñar con nuevas formas y posibilida­des más allá de los límites establecid­os de la disciplina y de cuestionar­la desde sus mismos cimientos. Aunque a primera vista pueda parecer una alocada alucinació­n pop, la concepción arquitectó­nica de Archigram nunca había parecido tan lúcida, joven y necesaria como ahora.

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