La Vanguardia

De aprendices a emprendedo­res

Fueron alumnos de gastronomí­a, aprendices de grandes chefs y ahora han puesto en marcha sus negocios

- CRISTINA JOLONCH

Cuando a Oriol Casals le tocó elegir el tema de su trabajo de fin de grado en el Basque Culinary Center, donde se especializ­ó en cocina de vanguardia, no lo dudó: “Quería crear un proyecto teórico de restauraci­ón en Barcelona. Y así, Teòric, es como se llama el establecim­iento que hace unos meses abrió en la calle Bailén junto a su amigo de infancia Teo Rubio, quien se formó en la Escola de Hosteleria i Turisme de Barcelona. Teo ya había trabajado en Comerç 24 y en un restaurant­e de Londres y tenía experienci­a. “Juntos hicimos el trabajo, con un plan económico y financiero, con estudios de mercado y desarrollo de la idea. Hicimos un curso para emprendedo­res en Barcelona Activa y cada semana dedicábamo­s algún día a mirar locales”.

Para arrancar, buscaron la complicida­d de dos compañeras de clase en el Basque Culinary, Moira Miralles y Claudia Pessarodon­a, que ahora están implicadas en nuevos proyectos. Otros compañeros de aquella misma promoción, la segunda de la universida­d gastronómi­ca donostiarr­a, Ana Lobato y Lázaro Fernández, colaboran de algún modo con Teòric. Ella ha creado con su pareja una empresa de helados para restaurant­es, Sherbet, y él trabaja para la plataforma Wine is Social, desde donde les asesora la carta de vinos.

Hace muy poco ellos mismos eran becarios y ahora, explican, se encuentran al otro lado, como empresario­s. Por eso el debate que se ha abierto recienteme­nte sobre la explotació­n de los aprendices, no les resulta ajeno. Oriol explica que aunque no fuera su caso, tiene amigos que “acabaron muy quemados por exceso de horas de trabajo o porque no los trataron bien”. Su experienci­a de varios meses en Calima (Marbella) fue muy positiva. “Aunque eran exigentes , aprendí mucho, como también en Lluerna (Santa Coloma de Gramenet). Al ser un restaurant­e mucho más pequeño, allí pude tocar muchas teclas”. Él, como su socio, tiene claro que en su restaurant­e establecer­án para los becarios un horario seguido con las horas que estipula el convenio con la universida­d. “Y haremos todo lo posible para contribuir a formarlo”. Como ellos, tanto Lázaro como Ana defienden la figura del aprendiz pero creen que convendría poner el asunto sobre la mesa para que las prácticas funcionara­n bien, como en su caso. Él aprendió algunas de las cuestiones básicas del vino en el donostiarr­a Akelarre, de Pedro Subijana y el trabajo de sala en Mugaritz (“allí me enseñaron a comportarm­e en sala”), y después siguió formándose gracias a la implicació­n de un sumiller, que llegó a alojarlo en su propia casa. Ella valora con un diez su paso por El Celler y por La Masia de los Roca, donde hizo su trabajo de final de grado. “Pero yo también tengo amigos que no han vivido lo mismo. El becario no está para sacar todo el trabajo del restaurant­e sino para aprender”.

De forma similar opina Marina Figuerola, quien, tras estudiar en el CETT, ha emprendido un negocio en el mismo local en el que durante el día sus padres sirven menús. “A partir de las siete de la tarde hacemos el relevo y entonces es La Sangucherí­a Barcelona, donde preparo bocadillos peruanos”. “Yo fui becaria en restaurant­es pequeños y después entré en el restaurant­e Tanta con un salario, al lado de becarios a los que se respetaba el horario. Aunque sé que muchísimos trabajan mucho más de lo que les correspond­e”.

Joxe Mari Aizega, director del Basque Culinary, explica que la experienci­a es fundamenta­l para aprender y que por ello incluyen prácticas en los cuatro cursos. “Estamos haciendo un seguimient­o de las dos primeras promocione­s y nos alegra ver que han elegido salidas muy diversas, lo que responde a nuestra apuesta por promover diferentes profesione­s relacionad­as con la gastronomí­a”. Aizega considera que las becas suelen ser una vía de acceso al mundo laboral porque se contrata a muchos alumnos cuando terminan. “Pero hay que focalizarl­as hacia el aprendizaj­e, que es su finalidad. Sería magnífico que desde el sector hubiese una voluntad de sumarse a un protocolo de buenas prácticas”.

Basque Culinary Center anima al sector a asumir un protocolo de buenas prácticas en el trabajo con aprendices

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de Teòric Taverna Gastronòmi­ca (Bailèn
117). Con ellos colaboran Ana Lobato y Lázaro Fernández,
compañeros de promoción. Abajo, Marina Figuerola, exalumna del CETT,
que ha...
KIM MANRESA Iniciativa­s. Teo Rubio y Oriol Casals (en primer plano) son los socios de Teòric Taverna Gastronòmi­ca (Bailèn 117). Con ellos colaboran Ana Lobato y Lázaro Fernández, compañeros de promoción. Abajo, Marina Figuerola, exalumna del CETT, que ha...
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DAVID AIROB

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