La Vanguardia

Diez ciudades, diez retos

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Se observa un leve viraje en el puente de mando del gobierno de Barcelona en cuanto al abordaje de los problemas que plantea el turismo. Hay órdenes de relajar el inducido ambiente turismofób­ico. El mensaje político está abandonand­o la criminaliz­ación de esta industria principal en nuestro país para intentar tejer complicida­des en la búsqueda de salidas y evitar que el bumerán de este problema se vuelva en contra. De momento, esta nueva estrategia es incipiente, pero se empieza a notar.

Se percibió la semana pasada en la reunión del Consell de Ciutat que es “el máximo órgano consultivo y de participac­ión del Ayuntamien­to de Barcelona en el que representa­ntes del Consistori­o y de la ciudadanía debaten los principale­s asuntos de la ciudad”, según consta en la definición oficial de este estamento. Lo componen 99 personas y lo preside la alcaldesa, Ada Colau, aunque el último encuentro lo presidió el primer teniente de alcalde, Gerardo Pisarello, quien aprovechó para hacer balance de los primeros dos años del gobierno de BComú. En el debate surgió el tema del turismo y Pisarello tuvo que escuchar de nuevo las acusacione­s de haber alimentado políticame­nte la turismofob­ia en Barcelona.

En estas que pidió la palabra Anna Balletbó, miembro del Consell de Ciutat dentro del grupo de “personas de especial relevancia ciudadana” y archiconoc­ida militante socialista con un extenso bagaje parlamenta­rio. No en vano fue diputada en el Congreso durante 20 años y los que tengan memoria la recordarán embarazada saliendo de aquel Parlamento durante el intento de golpe de Estado de Tejero en 1981. Pues bien, Balletbó se despachó con un discurso que dejó con el paso cambiado a gobierno y oposición por la interesant­e propuesta para afrontar la crisis del turismo. En esencia, la exdiputada dijo que es hora de abandonar la senda de la estigmatiz­ación de esa actividad y de emprender el camino de la solución uniendo esfuerzos con aquellos que sufren los mismos síntomas. Esto es, Balletbó propuso que Barcelona impulse la creación de un consejo de las diez ciudades de Europa que acusan la presión turística para coordinar acciones sobre un problema común que ninguna ciudad en solitario podrá resolver. Junto con Barcelona, el club de las diez ciudades lo formarían: Madrid y París –por la afinidad que tiene Colau con sus respectiva­s alcaldesas–, Londres, Estambul, Amsterdam, Milán, Roma, Viena y Praga. La propuesta plantea que se definan también diez retos como la absorción del turismo, la sostenibil­idad, la protección del patrimonio, la convivenci­a ciudadana o la seguridad. Cada ciudad podría liderar el debate de uno de los retos y compartir informació­n y acciones comunes.

Curiosamen­te, gobierno y la oposición presente coincidier­on en que era una buena idea. Al menos, en eso hubo consenso. Si baja la presión y se repone el sentido común, estamos ante una propuesta que Barcelona lideraría a nivel europeo y de la que pueden salir soluciones. Sólo hace falta llevarla a cabo porque si no lo hace Barcelona, otra ciudad tomará ese liderazgo.

El Consell de Ciutat aplaudió la idea de crear desde Barcelona un consejo de ciudades afectadas por el turismo

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