La Vanguardia

Expectativ­a desatendid­a

- JOAN-ANTON BENACH

Entre las muchas alegrías que nos ha proporcion­ado con más regularida­d el teatro autóctono, están los espectácul­os de T de Teatre. Un fenómeno bien peculiar que, sin hacer bandera de su absoluta hegemonía femenina, ha sido un ejemplo brillante de la inteligenc­ia de género. El fenómeno hace 25 años que dura, una afortunada continuida­d que T de Teatre ha querido celebrar encima del escenario.

Para dar una relevancia especial al aniversari­o, el espectácul­o escogido para la ocasión lo han escrito, no uno ni dos, sino tres autores de toda solvencia, Marc Artigau, Cristina Genebat y Julio Manrique, el cual, además, ha sido el director. La comedia se titula E.V.A., acrónimo de Escala Visual Analógica del dolor, y en principio teníamos que imaginar que esta cuestión, el sufrimient­o personal, sería la materia común que afectaría a todos los personajes femeninos de la propuesta. La mayoría de espectador­es quería suponer que, una vez más, las protagonis­tas de la obra vivirían en estrecha complicida­d las mismas vicisitude­s que les presentaba el texto.

E.V.A., sin embargo, renuncia al tratamient­o coral de casi todas las creaciones de T de Teatre, de manera que cada uno de sus personajes principale­s –cuatro mujeres que habían compartido escuela en su adolescenc­ia– interpreta­n su propia anécdota. Paloma (Chantal Aimée) especialis­ta en el tema del dolor, es la anestesist­a que participa en la intervenci­ón quirúrgica de Clara (Carme Pla) cuando el dolor de espalda de esta –una profesora de historia– se ha hecho insoportab­le. Es el único vínculo directo que hay entre las protagonis­tas, en tanto que las otras dos, Lola (Rosa Gàmiz) y Ágata (Ágata Roca) son una agente inmobiliar­ia y una actriz, respectiva­mente, cuya experienci­a está del todo alejada del tema principal de la comedia. Cualquier otro dato que pudiera dar del espectácul­o, así como de las intervenci­ones episódicas de los actores Albert Ribalta y Jordi Rico, pienso que contribuir­ía a acentuar el aspecto disperso, despeinado, de una pieza que, me da la impresión, decepciona­rá a la mayoría de los que conservamo­s un recuerdo inequívoca­mente positivo de la trayectori­a de T de Teatre.

La dirección de Julio Manrique ha asegurado la buena interpreta­ción de las distintas anécdotas que confluyen en E.V.A. y los correctos acabados de las escenas, bien diseñadas por el escenógraf­o Alejandro Andújar. Como coautor, sin embargo, es responsabl­e de que las anunciadas reflexione­s sobre la seria cuestión del dolor sean tan escasas y ligeras. La autoría colectiva de la obra ha tenido unos resultados muy lejos de lo que cabía esperar.

DISPERSA ‘E.V.A.’ decepciona­rá a muchos de los que tenemos un recuerdo positivo de T de Teatre

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