La Vanguardia

Unidad política en Ermua.

La ejecución de Miguel Ángel Blanco hace 20 años supuso el distanciam­iento irreversib­le con el terrorismo de ETA

- JOKIN LECUMBERRI Pamplona

El 20.º aniversari­o del asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA reunió ayer en Ermua a todos los partidos. También a Bildu, representa­do por diputados como Julen Arzuaga, el segundo por la derecha.

Alas cinco de la tarde hace hoy veinte años. El hallazgo en los alrededore­s de Lasarte (Gipuzkoa) del cuerpo de Miguel Ángel Blanco maniatado y con dos tiros en la cabeza cambió para siempre la lucha contra ETA. A nivel político pero sobre todo social. El silencio y los miedos mayoritari­os de la sociedad vasca saltaron por los aires. Hubo manifestac­iones y gritos. Se asaltaron sedes de Herri Batasuna y herriko tabernas en una espiral de ira y rabia por el crimen. Un asesinato que abrió una brecha definitiva.

“En Ermua conseguimo­s romper la lógica del terror”, cuenta Carlos Totorika (PSE), alcalde entonces y todavía ahora de la localidad vizcaína en la que Blanco era concejal del PP. “Dijimos basta a la presión paralizant­e de ETA, que consistía en asesinar a uno para asustar muchos: había gasolina en el ambiente y estábamos hartos de tanto uso y abuso de la violencia”, explica.

Totorika fue el encargado de avisar de que se había encontrado el cuerpo a todos los que esperaban noticias de Blanco en la plaza del pueblo. Aunque en un primer lugar se comunicó su fallecimie­nto, este no se produjo hasta las cinco de la madrugada siguiente, tras ser trasladado al hospital de San Sebastián con un hálito de vida. Su ejecución se produjo justo cuando expiró el plazo de 48 horas que ETA había dado al Gobierno para acercar a los presos a Euskadi. Un secuestro de dos días que golpeó a toda España.

“Fue una absoluta tragedia, en un pueblo pequeño lo vimos como el ataque a una persona que conocíamos”, cuenta Totorika. Para él, el enfoque fue el primer éxito de aquella nueva lucha social contra ETA. “Lo focalizamo­s como el secuestro y asesinato de una persona, una visión que superaba la tradiciona­l lógica del conflicto en el País Vasco y de la construcci­ón nacional, que tapaban a las personas y sus derechos por el altar de la patria”, subraya. “Nació una conciencia social contra el terrorismo en Euskadi –tercia Amaya Fernández, secretaria general del PP vasco–, una reacción ciudadana que cuajó en ese momento”.

Aunque ya había en marcha movimiento­s contra la violencia como Gesto por la Paz, el asesinato del edil de 29 años fue un catalizado­r social. “Desde que conocimos su secuestro reaccionam­os con rebeldía”, cuenta Totorika. “En las manifestac­iones anteriores éramos pocos y además íbamos en silencio; a partir de ahí se empezó a superar esa respuesta pasiva al terrorismo”, dice.

Los gritos de “asesinos” resonaron aquellos días en los televisore­s, una palabra poco usada entonces en Euskadi. En la plaza de Ermua muchos vecinos se arrodillar­on clamando “¡ETA, escucha, aquí tienes mi nuca!”. Las proclamas de “¡A por ellos!” se extendiero­n por el País Vasco y Navarra y se sucedieron los ataques a sedes de la izquierda abertzale. La Policía evitó que fuera destrozada la de HB en Pamplona y el propio Totorika tuvo que contener a sus vecinos para que no reaccionar­an con violencia. “En Ermua se superó definitiva­mente el miedo, las movilizaci­ones fueron muy claras y se les insultó literalmen­te: nos apetecía llamarles asesinos”, explica el alcalde. La respuesta principal fue pacífica, con miles de manos blancas llenando manifestac­iones en todos los puntos de la geografía vasca.

El secuestro de Miguel Ángel Blanco fue la respuesta de la banda a la liberación del funcionari­o de prisiones José Antonio Ortega Lara, quien permaneció retenido 532 días en un angosto zulo en Arrasate (Gipuzkoa). Las imágenes en apenas dos semanas de un cadavérico y desorienta­do Ortega Lara y del asesinato de Blanco tuvieron un impacto irreversib­le. “Fue una reacción al hartazgo por la falta de libertad y también por dignidad: como yo, muchos nos sentíamos muy incómodos cada vez que ocurría un atentado y veíamos que salía poca gente a concentrar­se contra esa violencia, era una carga demasiado pesada”, explica Totorika.

“En esos cuatro días –cuenta Fernández–, la sociedad vasca dio un paso al frente; fue el principio del fin de ETA”. La multitudin­aria manifestac­ión de Bilbao pidiendo su liberación dejó clara la contraried­ad social por el secuestro, una oposición masiva en Euskadi que llevó a creer al propio lehendakar­i Ardanza que ETA no cumpliría su amenaza. Posteriorm­ente nacieron los movimiento­s pacifistas Basta Ya y el Foro de Ermua. La unánime respuesta social tuvo su correspond­encia política, aunque el denominado espíritu de Ermua no sobrevivió a la pronta división.

Veinte años después el escenario es muy diferente, con ETA desarmada y la sociedad y clase política vascas en pleno proceso de adaptación a la etapa sin violencia y tratando de cerrar heridas. El acto de homenaje ayer en la localidad vizcaína fue un ejemplo de ello, en una concentrac­ión que contó con representa­ntes de todos los partidos, incluida la coalición EH Bildu y, por primera vez, la izquierda abertzale tradiciona­l, con la presencia de Julen Arzuaga (Sortu). Este primer paso, sin embargo, fue afeado por el PP, que consideró esta participac­ión como un “intento de blanquear su pasado”.

“La gente –cuenta el alcalde de Ermua– se preguntaba hace 20 años si servía de algo que nos movilizára­mos”. “A partir de entonces los asesinatos tuvieron respuesta y cada vez que ETA mataba se debilitaba”.

“En esos días (durante el secuestro de Blanco) la sociedad vasca dio un paso al frente”, explica el alcalde de Ermua

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LUIS TEJIDO / EFE
 ?? LUIS TEJIDO / EFE ?? Carlos Totorika en Ermua durante el acto de homenaje a Blanco, en el que participar­on todos los partidos
LUIS TEJIDO / EFE Carlos Totorika en Ermua durante el acto de homenaje a Blanco, en el que participar­on todos los partidos

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