Ofensiva de padres y docentes contra las borracheras
Las familias admiten que han fallado en el control de los hábitos de sus hijos
Con el liderazgo de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), padres, educadores y expertos preparan un documento de trabajo para hacer frente al drama de las borracheras juveniles. Casi el 70% de los menores de entre 14 y 18 años ha consumido alcohol en los últimos 30 días.
El consumo de alcohol por parte de los menores, pese a estar prohibida su adquisición y venta, es una realidad conocida por todos y, en buena parte, consentida. Sólo cuando un o una menor tiene un serio problema por la ingesta de esta sustancia –como la niña de 12 que murió en Madrid tras sufrir un coma etílico el pasado noviembre o la menor de 13 años que ingresó en estado muy grave en Murcia tras beber media botella de vodka hace apenas tres meses– , el debate sobre la necesidad de “hacer algo” se reaviva. No obstante, a los pocos días vuelve a quedar relegado en la lista de prioridades sociales. El primero en olvidar las prisas por hacer algo, el Parlamento, que lleva meses discutiendo cómo afrontarlo, seguido del Gobierno, que anuncia leyes para proteger a los menores que se van diluyendo a medida que pasan los meses.
Ante este panorama, la sociedad civil ha decidido afrontar el problema. Padres, educadores y expertos en juventud, aglutinados por la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD), llevan meses trabajando en un documento en el que exponer las que, a su juicio, son las medidas más adecuadas para hacer un frente en común contra un realidad que se resume en las siguientes cifras: El 68,2% de los menores de entre 14 y 18 años ha consumido alcohol en los últimos 30 días (encuesta Estudes), que alrededor de un 30% ha realizado un consumo de riesgo (borrachera) en los últimos 30 días, que la edad de inicio en el consumo de alcohol se sitúa en los 13,8 años y el llamado “consumo compulsivo” ha aumentado del 14% al 37% entre los jóvenes de 14 a los 16 años, convirtiéndose las fiestas etílicas en algo “normal”, cuando todos los estudios científicos señalan que el desarrollo completo del cerebro humano no se alcanza hasta los 20 años. Así están las cosas.
Sus propuestas han quedado reflejadas en un manifiesto hecho público ayer en el que, tras reconocer cada uno su parte de culpa ante la pasividad reinante, especialmente las familias, se aboga por mucha prevención, mucha educación, menos estigmatización de los menores y unas normas de control más efectivas.
La familia, cómplice del daño.
El sector que más ha entonado el mea culpa es el de la familia. En un acto celebrado en CaixaForum, en Madrid, los presidentes de la Confederación Española de Asociaciones de Padres (Ceapa), Leticia Cardenal, y el de la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y padres de Alumnos (Concapa), Pedro José Caballero, reconocen que los adultos “hemos fallado y somos cómplices del daño a la salud de nuestros jóvenes, por lo que es necesario un cambio de rumbo. No hemos sido conscientes de que es un fracaso social de todos, especialmente de las familias, que somos los principales responsables de lo que está sucediendo, tanto por nuestras acciones como por nuestras omisiones, y por no haber sabido asumir esa responsabilidad”. Duras palabras a las que se suman el reconocimiento de que “las familias no hemos sido capaces de actuar ni de visualizar
el grave problema de la mala gestión que hacemos del consumo de alcohol, ni de frenar la expansión de los botellones, o la facilidad con la que los menores consiguen alcohol. No hemos sido capaces de poner freno a las promociones y presiones hacia los menores para vincularse con un modelo de diversión tóxica y no saludable”.
También creen que “la educación y supervisión doméstica que llevan a cabo muchas familias en la actualidad no son suficientes para una prevención eficaz” y proponen “conocer y supervisar los entornos donde nuestros hijos e hijas se educan, se relacionan y se divierten, contribuyendo a que estos sean saludables y seguros”.
Entre las medidas que creen necesarias poner en marcha figuran, además de las habituales como el desarrollo de programas alternativos de ocio, el uso de trabajos en favor de la comunidad para los jóvenes reincidentes (algo que muchos ayuntamientos contem- plan, pero que no aplican), subir los precios de las bebidas alcohólicas y centrar la atención en el control “exhaustivo” de locales que vendan o puedan vender bebidas alcohólicas, ejecutando las sanciones y clausurando el local.
Prevención en la escuela. Los representantes de las entidades de profesorados y centros escolares creen que estas instituciones son lugares idóneos para trabajar en prevención (algo que ya hacen, dicen), aunque de una manera más adecuada: “Se debe informar para impactar, para hacer pensar y remover la vida de los adolescentes”. Apuestan por la elaboración de diagnósticos de la realidad mediante encuestas a familias y a alumnos, realizar planes de sensibilización ejecutados pro profesionales de otras ramas, como policías y sanitarios, y apostar por la creatividad a la hora de afrontar el tema para conseguir llegar a los alumnos. Los educadores reconocen que no vale con llevar adelante programas de prevención sin más. Es preciso una mayor implicación de todos en esta tarea, porque limitarse a dar la charla a unos adolescentes tiene una eficacia muy limitada.
Los expertos, consumo cero.
Las propuestas de los profesionales del sector drogas (Socidrogalcohol, FAD y Unad) creen que hay que contar con los chavales en las acciones que se lleven a cabo si se quiere conseguir el objetivo del consumo cero (“las condiciones específicas de esta etapa imposibilitan usos y consumos no problemáticos”) e insisten mucho en la necesidad de no criminalizar al colectivo de menores que consumen. En su ponencia, abogan por la coordinación entre todos los profesionales y entre todas las administraciones, en especial, con el sector sanitario. Así piden más formación en atención primaria y pediatría y contar con protocolos de derivación a otros servicios de la red asistencial en los servicios de urgencias hospitalarias. Proponen la figura de un profesional de apoyo para que trabaje con el adolescente y la familia. En cuanto a las administraciones les piden dejar de legislar a golpe de noticias y vigilar que las normas se cumplen.
MEA CULPA Las familias reconocen que “han fallado” en el control de sus hijos
PROPUESTAS Piden más vigilancia de los locales que venden alcohol y la aplicación eficaz de sanciones
MAYOR PREPARACIÓN Los profesores solicitan una mayor implicación porque dar charlas no es suficiente