Una de rusos
HACE medio siglo se estrenó una película de Norman Jewison titulada ¡Que vienen los rusos!, que era una comedia basada en una novela juvenil ambientada en plena guerra fría. En este clima, un submarino ruso encalla frente al litoral de una pequeña localidad de Nueva Inglaterra y desata el pánico en el pueblo porque creen que ha empezado una invasión soviética. Hasta ahora Donald Trump se ha esforzado en hacernos creer que el Rusiagate es una comedia familiar como la cinta de Jewison y que los rusos con los que se ha cruzado en la campaña electoral son tan encantadores como los que salvan la vida de un niño en el filme. Pero todos los datos apuntan a que el guion de la realidad es más sofisticado. El nuevo protagonista del Rusiagate es Donald Trump jr., que al parecer se reunió hace un año con la abogada Natalia Veselnitskaya, cercana al Kremlin, porque le ofrecía información comprometedora sobre Hillary Clinton.
Las investigaciones del FBI y del Congreso sobre este caso están centradas en comprobar si hubo coordinación entre la campaña de Trump y los ciberataques rusos contra Clinton. Con la noticia de que su primogénito se reunió con Veselnitskaya junto a su cuñado Jared Kushner y al jefe de campaña Paul Manafort se pone en evidencia que estaban dispuestos a aceptar ayuda rusa a cambio de perjudicar a su rival.
Las noticias de conexiones entre la trama rusa y estrechos colaboradores de Donald Trump no cesan. De momento han sido investigadas una docena de personas e incluso ha tenido que dimitir el general Mike Flynn como consejero de Seguridad Nacional. Pero incluso el fiscal general, Jeff Sessions, ha tenido que dar explicaciones por dos conversaciones con el embajador de Moscú. ¡Que vienen los rusos! acaba en paz y armonía e incluso el submarino sale finalmente del puerto escoltado por las barcas de los vecinos. El final de la actual comedia de enredo está aún por escribir.