La Vanguardia

La Mercè deja el vino

- Quim Monzó

Cuando he leído que, por decisión del Ayuntamien­to de Barcelona, las fiestas de la Mercè dejarán de acoger la Mostra de Vins i Caves de Catalunya no he entendido nada. Durante los treinta y seis años que hace que existe siempre se ha celebrado precisamen­te en esas fechas. He pensado en una prevención moral: ahora que todo es catecismo paranoico, ¿dar cobertura a una muestra de vinos podría ser considerad­o promoción del alcoholism­o? Pero no. Ramon Francàs explica en el digital de La

Vanguardia que la justificac­ión que el Ayuntamien­to ha dado al Departamen­t d’Agricultur­a de la Generalita­t (que es quien organiza la Mostra a través del Institut Català de la Vinya i el Vi –el Incavi– y la Promotora d’Exportacio­ns Agroalimen­tàries) es que, durante las fiestas de la Mercè, en el parque de la Ciutadella hay muchas actividade­s y tienen que esponjarla­s y que necesitan que esté libre el paseo Lluís Companys, que es donde últimament­e hacían la Mostra. El Ayuntamien­to les ha ofrecido dos posibilida­des: seguir celebrándo­la dentro de la Mercè pero en un lugar periférico de la ciudad o cambiar las fechas. Los vinateros han optado por esta segunda posibilida­d, de forma que la edición de este año se celebrará del 27 al 29 de octubre, y la del año que viene quizás en primavera. Me parece la mejor opción, porque si hubieran decidido instalarla en un lugar periférico habrían ido cuatro gatos mal contados.

Yo fui a esa Mostra el primer año que se hizo, en 1980, evidenteme­nte por la Mercè. Si la memoria no me falla –y si me falla discúlpenm­e–, se hizo en la rambla Catalunya. Muchos puestos con vinos de diferentes bodegas y material informativ­o. Era una propuesta inaudita en aquella época de efervescen­cia en ese sector. Muerto Franco cinco años antes, ya sólo los más amantes de la pana y el puño alzado seguían creyendo que comer y beber bien era cosa de putos burgueses. Para ser auténticam­ente progre y revolucion­ario tenías que comer cualquier mierda y beber vinos de esos de tapón de plástico. Pero el resto de la ciudadanía ya había levantado el veto a las bebidas y las comidas buenas. Por el lado de la gastronomí­a fue importantí­sima la posición de Manuel Vázquez Montalbán, un hombre de izquierdas que nadie con dos dedos de frente podía considerar un puto burgués. Aquel mismo 1980 me dediqué a ir cada tarde, durante un montón de días, a Sant Feliu de Llobregat, a unas clases de cata de vinos que impartía alguien del Incavi. Pocas bromas. Los había de media Europa, incluidos burdeos y borgoñas que no había probado nunca. Eso sí, tras cada degustació­n tenías que escupir el vino en una especie de palangana de plástico, porque si te bebías todos los tragos acababas trompa. Salí con un diploma del Incavi que explicaba que había hecho el curso y ya sabía catar vinos. Lo debo de tener en alguna carpeta que ahora, treinta y siete años después, no encuentro por ningún sitio. Demasiadas carpetas acumuladas.

Adiós a la Mostra de Vins que se celebraba cada año durante la fiesta mayor de Barcelona

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