La Vanguardia

El fastuoso Tour de Trump

El magnate anunció que quería superar a la carrera francesa, pero sólo organizó dos ediciones

- XAVIER G. LUQUE Bergerac Enviado especial

El historiado­r francés Georges Vigarello, que ha escrito a menudo sobre la Grande Boucle, lo proclamaba ayer mismo en las páginas de L’Équipe: “El Tour lo aguanta todo”. Y daba un repaso de acontecimi­entos que han marcado la historia de la carrera, desde el “ustedes son unos asesinos” que lanza Lapize a los organizado­res en 1910 al escalar por primera vez los grandes puertos pirenaicos, hasta la trágica muerte en plena carrera de Tom Simpson en el Ventoux, mañana se cumplen 50 años.

Vigarello no cita, evidenteme­nte, una de las amenazas más curiosas que nunca ha sufrido el Tour. La protagoniz­ó Donald Trump, sí, el presidente de Estados Unidos, hacia finales de los ochenta. Trump puso en marcha, sin privarse de nada, a su estilo, el Tour de Trump. Y proclamó que en pocos años el maillot amarillo de su carrera sería más codiciado que el del Tour francés. El noruego Dag-Otto Lauritzen, en el año 1989, y el mexicano Raúl Alcalá, en 1990, fueron los dos vencedores de las únicas ediciones del efímero Tour de Trump, que desapareci­ó para dar paso al Tour DuPont. Pero la historia megalómana del Tour de Trump merece ser recordada.

La carrera de Trump la ofrecía en directo la cadena NBC con un lema definitivo: “Mientras algunos compramos una bicicleta, Donald Trump compra una carrera”. Lauritzen, el primer vencedor, recordaba en una entrevista una competició­n “soberbiame­nte organizada en la que los corredores dormíamos en hoteles de 5 estrellas y éramos remunerado­s generosame­nte. Trump nos acompañaba y todos los días subía al podio y entregaba los maillots. ¡Lo recuerdo perfectame­nte en sus discursos anunciando que quería competir con el Tour!”

Entre los participan­tes había mucha gente de primera fila. Algunos renunciaba­n a correr la Vuelta a España atraídos por los premios. También competía el mejor norteameri­cano de la época, Greg Lemond. Fue allí donde vio un día un ciclista que lo doblaba en una contrarrel­oj y quedó maravillad­o: llevaba un manillar de triatleta. “Era Davis Phinney (padre de Taylor, actualment­e en el Tour) y me interesé por el tema”, ha explicado Lemond. Unas semanas más tarde este modelo de manillar con prolongaci­ones para apoyar los brazos se convertía en una de las claves de Lemond para batir a Fignon en el Tour de Francia de 1989.

La carrera de Trump contaba también con equipos semidescon­ocidos, como uno neerlandés patrocinad­o por una casa de reputación dudosa (Sauna Diana) y provocó varias situacione­s curiosas, como la participac­ión de una selección soviética dispuesta a todo para ganar etapas y hacer que sonara su himno en el corazón de Estados Unidos.

HOTELES Y PRIMAS DE LUJO A golpe de talonario, muchos ciclistas de élite renunciaba­n a la Vuelta para disputar la carrera

UNA CORTA HISTORIA La aventura se realizó en 1989 y 1990 hasta que se convirtió en el Tour DuPont, de final trágico

La aventura de Donald Trump acabó pronto, por una investigac­ión fiscal sobre la carrera que destapó que no todo el oro era reluciente. “Pero nada me quita la visita al yate Trump Princess, donde me dijo que le había costado 29 millones de dólares pero que sólo había dormido allí una noche”, recordaba Lauritzen.

La carrera se convirtió entonces en el Tour DuPont y se celebraron seis ediciones más, con ganadores como Breukink, Ekimov o Armstrong. Hasta que su nuevo promotor, John duPont, fue condenado por asesinato.

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NEW YORK DAILY NEWS ARCHIVE / GETTY Donald Trump con el maillot de su carrera ciclista
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