La Vanguardia

Cosas ‘inexplicab­les’

- Miquel Puig

El pasado viernes, la primera página de la sección de Economía de La Vanguardia resultaba impagable para una persona que, como yo, recibió una sólida formación en la teoría económica ortodoxa y que se ha pasado el resto de su vida constatand­o sus limitacion­es.

La crónica se refería al tratamient­o del mercado de trabajo por parte de las actas de la última reunión del Banco Central Europeo, donde, entre otras cosas, se dice que “para la economía de la eurozona (uno de) los mayores riesgos del futuro puede ser (...) una prolongada e inexplicab­le debilidad de los salarios”.

La teoría económica ortodoxa no es muy amable con la acción sindical. El modelo estándar concluye que en un mercado de trabajo completame­nte libre todos los trabajador­es percibiría­n un salario que se correspond­ería con su productivi­dad, y que querer imponer un salario más elevado sólo hace que el empresario se niegue a contratar. Por ello, las institucio­nes ortodoxas no se han cansado de insistir sobre la convenienc­ia de hacer “reformas estructura­les” que, en la práctica, dejen al trabajador solo ante la empresa.

La principal “reforma estructura­l” ha consistido en hacer prevalecer los convenios de empresa sobre los convenios de sector, como ha hecho la reforma laboral española del 2012. Esta medida es a la vez una violación del espíritu del artículo 37 de la Constituci­ón (“la ley garantizar­á el derecho a la negociació­n colectiva (...) y la fuerza vinculante de los convenios”), y un torpedo a la línea de flotación del sindicalis­mo.

Para los ortodoxos, esta medida no puede afectar a los salarios porque no incide sobre la productivi­dad. Draghi empieza a no ver las cosas tan claras, y en su discurso introducto­rio soltaba lo siguiente: “Las reformas estructura­les que han incrementa­do la negociació­n a nivel de empresa pueden haber hecho más flexibles los salarios a la baja, pero no necesariam­ente al alza”.

Es cierto que la productivi­dad marca un límite superior a los salarios, y que una economía poco productiva no puede pagar salarios elevados, pero la relación entre productivi­dad y salarios es biunívoca. Los salarios elevados obligan a los empresario­s a aumentar la productivi­dad, mientras que los salarios bajos permiten que se perpetúe la baja productivi­dad propia de los contratos precarios. Dicho de otra manera: los convenios sectoriale­s estimulan la productivi­dad, mientras que los individual­es lo que estimulan es el dumping por parte de quien puede pagar menos.

La España que emerge de la reforma laboral es una España donde los mismos trabajos –ahora realizados por un trabajador más joven– se pagan peor. Hay que ser muy ingenuo para pensar que esto pueda beneficiar a nadie excepto al mal empresario.

La teoría ortodoxa tiene una parte de razón, ni que decir tiene, pero también la tenía Warren Buffet cuando afirmaba “claro que ha habido una guerra de clases; y la mía la ha ganado”.

La España que emerge de la reforma laboral es una España donde los mismos trabajos se pagan peor

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain