La Vanguardia

De una idea berlinesa a una realidad andorrana

- Por: Dr. Joan Santacana Mestre Universita­t de Barcelona

No sé quién se lo inventó. Yo me encontraba en Berlín, en 1997. Hacía pocos años que la ciudad había visto caer el muro. Antes, cuando todavía había dos Alemanias, también había casi dos museos de todo: dos galerías de arte moderno, dos galerías de arte contemporá­neo, dos museos de historia... Estaba todo duplicado, ¡incluso las líneas del metro! Pero en 1997 se habían unificado ya buena parte de las coleccione­s; había de nuevo un solo museo para cada tema, pero muchos berlineses del oeste todavía no habían pisado la antigua zona este. En la cabeza de mucha gente seguían habiendo dos Alemanias y dos Berlines. Y fue ese año cuando alguien se inventó la Lange Nacht der Museen: la 'Larga Noche de los Museos'. Durante aquella noche, los transporte­s públicos fueron gratuitos; todos los museos de la ciudad abrieron sus puertas, se editaron listas de los museos, cada museo quiso hacer algo especial para seducir a los visitantes; había quien ponía música, otros canapés, algunos teatraliza­ban las visitas, otros abrían sus fondos más secretos y escondidos... Todo ello fue una especie de noche mágica en la que los berlineses descubrían por vez primera, después de medio siglo, que los tesoros culturales de la ciudad eran de nuevo suyos. Yo no había visto nunca tanta gente por las calles, en la antigua capital; visitar los museos por la noche era tener otra perspectiv­a. Para muchos berlineses, fue la primera vez que atravesaba­n aquella línea que durante décadas había dividido la ciudad. Los museos eran la excusa por reunificar las mentes, aunque fuera solo por una noche. La idea sedujo a mucha gente y al año siguiente, centenares de ciudades, en Alemania y en el mundo, se unieron a esa idea. De punta a punta de Europa, durante una o dos noches al año, los museos abrían las puertas para su gente, para los suyos, para los habitantes de la ciudad y también para los visitantes. Hoy, la Noche de los Museos, con nombres diferentes, se ha ido esparciend­o por otros continente­s, y desde San Petersburg­o hasta Buenos Aires, pasando por México, durante una noche, los museos están abiertos. Y la idea se esparce también por los teatros, las salas de conciertos, las biblioteca­s y todo tipo de espacios culturales. Andorra entró pronto en la idea de la Noche de los Museos, ¡pero la propuesta de abrir los museos durante una cuarentena de noches en verano es andorrana! De finales de junio a finales de septiembre, durante casi cuarenta noches, los museos abren sus puertas; y no solo los museos, sino todos los conjuntos patrimonia­les. El programa, solo hay que echarle un vistazo, es espectacul­ar; ¡parece como si todo el país se abriera a la cultura! La oscuridad de la noche tiene ahora nuevas luces, que, como pasa con las estrellas, se ven más intensas cuanto más oscuro se hace. Ya veremos si ahora la idea se extiende por Europa y llega a otras ciudades patrimonia­les del mundo, porque las ideas, cuando son buenas, no tienen patria.

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