El final del reactor nuclear de la Diagonal
En vísperas de los Juegos del 92, se retiró el combustible del complejo de la Escuela de Ingenieros
A diez días escasos del inicio de los Juegos Olímpicos de Barcelona, la ciudad se sacó de encima un engorro molesto. El miércoles 15 de julio de 1992, a una hora en que había poco tránsito por la Diagonal, un camión blindado escoltado por la guardia civil se llevó el combustible del reactor nuclear Argos que desde 1961 estaba situado en la parte trasera de la Escuela Superior de Ingenieros Industriales de Barcelona. Una historia nunca contada al detalle.
Fue el entonces rector de la Universitat Politècnica de Catalunya, Gabriel Ferraté, quien presionó al Ministerio de Industria para desmantelar un reactor nuclear creado como centro de investigación y prácticas de los alumnos. Desde 1977 el reactor estaba parado por exigencias de una nueva ley nuclear pero la UPC no tenía dinero para pagar los 60 millones de pesetas en que estaba calculado el coste de retirada del uranio enriquecido al 20%, contenido en su reactor, y el definitivo desmantelamiento de las instalaciones. El argumento de Ferraté fue que a cuatrocientos metros del reactor iban a celebrarse las pruebas de equitación, en el recinto del Real Club de Polo. “El riesgo era mínimo –recuerda Ferraté–, pero insistí en que siempre podía producirse un robo o un atentado y convencí al ministerio”. El 30 de junio se firmó un acuerdo entre el Centro de Técnicas Energéticas de la UPC y la Empresa Nacional de Residuos Radioactivos (Enresa) por el que esta “se hace cargo de los elementos combustibles”.
Xavier Ortega, entonces director del Centro, responsable del desmantelamiento y hoy catedrático emérito de la UPC, recuerda que todo se hizo con gran sigilo y que muy pocas personas estaban avisadas de la operación. El combustible, equivalente a unos 70 kilos de óxido de uranio, estaba contenido en doce placas separadas por cuñas de grafito, situadas a su vez en un cilindro rodeado por otros cuerpos de agua, grafito y cemento. Esas placas, debidamente protegidas por unas estructuras metálicas, se cargaron a un camión –con matrícula M-2075-KG– que las trasladó a un cementerio nuclear de Gran Bretaña, porque en España no había ninguno preparado. Inicialmente se querían llevar a Estados Unidos pero este país no aceptaba residuos radiactivos procedentes de Europa. La operación se desarrolló sin incidentes, aunque Xavier Ortega recuerda un pequeño contratiempo: “El camión con el combustible tenía que atravesar Francia y coincidió con un paro de camioneros en la frontera y quedó detenido unas horas hasta que pudo continuar el viaje”.
Cuando unos días después Ferraté comunicó a la prensa que se había retirado el combustible utilizó una llamativa metáfora: “Era como tener un león en casa al que hay que alimentar y provoca molestias y gastos permanentes”.
La clausura definitiva del reactor nuclear no llegó hasta el 2003 cuando el aparatoso edificio exterior de hormigón y cemento que cubría el reactor nuclear fue desmantelado por completo y en su lugar se instaló un edificio que incluía un simulador nuclear. Ese
El motor atómico fue inaugurado en 1962 por dos ministros y definitivamente clausurado en el 2003 La Guardia Civil escoltó un camión que llevó el uranio enriquecido a un cementerio nuclear del Reino Unido
día se dijo que el Argos sólo era capaz de producir la energía necesaria para alumbrar una bombilla mientas que el simulador recreaba la situación de una central nuclear.
Los aparatos informáticos y de control del reactor fueron trasladados al Museo de la Ciència i de la Tècnica de Terrassa; los bloques de cemento, una vez comprobado que no tenían nada de radioactividad, fueron utilizados en el puerto de Barcelona y hoy deben estar en el fondo del mar o como apoyo de algún espigón; y el grafito que reforzaba las paredes del reactor, importado en su día de Alemania, se lo llevó la Junta de Energía Nuclear de Madrid.
Si para la inauguración del reactor en 1961 asistieron el ministro de Industria, Joaquín Planell, y el ministro presidente del Consejo de Economía Nacional Pedro Gual Villalbí, en el momento de su cierre definitivo solo hubo una