Hambre de utopía
La compañía Ignífuga revisa en escena en la sala Hiroshima la visión de la utopía hoy
Se acaban de cumplir 500 años del libro Utopía de Tomás Moro y en un momento en el que por primera vez en mucho tiempo el futuro se atisba peor que el pasado la utopía vuelve a escena. Literalmente. La compañía Ignífuga, dirigida por Pau Masaló, lleva al escenario de la sala Hiroshima dentro del festival Grec
Utopia, un montaje que nació, cuenta el director, de combinar dos intereses: el libro de Moro y el universo estético de una serie fotográfica del francés Antoine Bruy titulada Scrublands, que evoca un mundo parecido al que pudo vivir el filósofo Henry David Thoreau cuando se fue dos años a una cabaña en el bosque, experiencia que reflejó en el libro Walden.
Masaló, que ha realizado la dramaturgia de la obra con Ferran Dordal, explica que en su Utopia se alternan dos historias en escena: por un lado un actor, Àlex Moreu, explica a la cámara, como si se grabara un documental en directo, su experiencia en una comunidad fuera de la sociedad capitalista en el Pirineo; por otro lado, hay una suerte de conferencia teatralizada sobre el concepto de utopía en la que los propios actores añaden sus experiencias personales –hay una escaleta pero los actores improvisan y cada función es distinta. Unas ideas que van desde las comunidades neohippies de los setenta a un repaso histórico desde Tomás Moro a la utopía socialista y las distopías de hoy.
Masaló concluye que, tras ver el montaje, “como espectador quizá entiendes que llevar a la práctica la utopía es imposible, pero comprendes que se necesita el pensamiento utópico, necesitamos discutir y hablar sobre utopías”.