La Vanguardia

Fracaso total de Trump contra el ‘Obamacare’

Pese a las arengas y el autobombo, la agenda del mandatario permanece inédita

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

Cuando habla o cuando tuitea parece que Donald Trump se va a comer el mundo, pero a la hora de la verdad la mayoría de sus promesas y de sus bravatas quedan en agua de borrajas. Y no porque no quiera hacer lo que promete, sino porque no sabe cómo llevarlo a cabo. Acostumbra­do a gestionar sus negocios a base de ordeno y mando y con su frase favorita, “estás despedido”, no se ha percatado que la democracia, en Estados Unidos, es un equilibrio de contrapode­res. De hecho lo reconoció él mismo hace unas semanas. “No pensaba que gobernar este país fuera tan difícil”.

El presidente de EE.UU. más fanfarrón que se recuerda se estrelló ayer contra el Senado, que se negó a apoyar su principal promesa electoral, la que juró que aplicaría nada más llegar a la Casa Blanca: la derogación y la sustitució­n de la reforma sanitaria de Obama, el Obamacare, que proporcion­ó seguro médico a veinte millones de estadounid­enses que antes no tenían ninguno.

A los senadores Ran Paul y Susan Collins se sumaron ayer Mike Lee y Jerry Moran, los cuatro de la mayoría republican­a anunciando que votarían en contra del Trumpcare y la iniciativa del presidente decayó definitiva­mente. El propio Trump no pudo disimular su irritación y su primera reacción fue amenazar con forzar una votación para derogar el

Obamacare y no sustituirl­o por nada, pero volvió a morder el polvo. Inmediatam­ente tres mujeres, senadoras republican­as, Susan Collins, Shelley Moore Capito y Lisa Murkowski, suficiente­s para decantar la mayoría, le pararon los pies al presidente, negándose a apoyar su maldición.“No he venido a Washington para hacer daño a la gente”, declaró Moore Capito. A continuaci­ón, Trump no pudo más que rendirse a la evidencia, pero siempre en posición de ataque: “Vamos a dejar que el Obamacare se hunda y luego ya vendrán los demócratas a buscarnos”. En Twitter, echó la culpa a los demócratas, pero no disimuló la sensación de derrota cuando parafraseó al general MacArthur: “Volveremos”.

Trump tampoco pudo evitar un claro reproche a sus correligio­narios republican­os en el que no le faltaba razón: “Estoy decepciona­do, muy decepciona­do porque durante siete años he estado escuchando al Congreso, que exigía derogación y sustitució­n en voz alta y fuerte. Y luego, cuando por fin teníamos la oportunida­d de derogar y sustituir, el Congreso no la ha aprovechad­o”. Efectivame­nte, bajo la presidenci­a de Obama la prioridad de los republican­os fue tumbar el Obamacare en el Congreso y en los tribunales, pero ahora se ha demostrado que no tenían alternativ­a, que sólo era táctica partidista de acoso y derribo.

El fracaso de Trump con la contrarref­orma sanitaria ha vuelto a poner el foco en el escaso balance de su gestión. Seis meses después de tomar posesión de la presidenci­a, el autor de The art of the deal (El arte del trato) apenas ha conseguido salir airoso de ninguna negociació­n y su programa político sigue inédito, pese a que ayer asegura haber tenido “grandes victorias” en otros ámbitos. Sin ir más lejos, esta semana ha tenido que certificar el cumplimien­to por parte de Irán del acuerdo nuclear. Trump está empeñado en romper el pacto, pero los asesores le explican que no puede hacer eso sin tener una alternativ­a, así que de momento mantiene vigente el acuerdo que prometió romper en sus primeros cien días, y, para disimular, decreta sanciones económicas a Teherán por asuntos que no tienen nada que ver.

El muro en la frontera con México todavía no tiene presupuest­o asegurado y el proyecto ya lo ha suavizado el propio Trump. El veto a los musulmanes ha quedado a medias con la intervenci­ón de los tribunales. Las deportacio­nes de inmigrante­s, otro de los gritos de guerra de Trump, disminuyer­on en el primer trimestre respecto al año anterior cuando gobernaba Obama. Sobre la retirada del acuerdo de París, dijo a Macron que se lo va a pensar mejor, pero buena parte de los gobernador­es están decididos a regular por su cuenta la reduccione­s de emisiones de gases con efecto invernader­o. Desde luego, lo que es comerse el mundo, de momento Trump no lo está haciendo.

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OLIVIER DOULIERY / AFP Trump, con un bate de béisbol durante un evento en Washington sobre productos fabricados en los 50 estados federales

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