La operación Soule
SUELE decirse que el fútbol es un deporte para caballeros jugado por hooligans, pero habría que añadir cuya organización está en manos de rufianes. En el último año hemos visto cómo los todopoderosos presidentes de la FIFA y la UEFA despeñaban sus carreras y acababan en los tribunales a causa de enriquecimientos impropios. Ayer fueron el presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar, y su hijo Gorka quienes fueron detenidos bajo la acusación de corrupción por el juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz.
La operación llevada a cabo por la Guardia Civil se denominaba Soule, lo que demuestra que en los cuarteles hay gente sofisticada, capaz de bautizar la investigación sobre comisiones millonarias para organizar partidos de la selección en beneficio propio con un término medieval. Soule es un antecedente del fútbol, que se disputaba en tierras galas desde la edad media. El balón era una vejiga de cerdo rellena de heno, una pelota de tela o una bola de madera que perseguían una horda de jugadores, haciéndola avanzar a puntapiés hasta un punto determinado, en ocasiones el hogar de una casa. El rey Carlos V de Francia citaba el soule como un juego no recomendable e incluso el obispo de Tréguier amenazaba con la excomunión de los que lo practicaban por la violencia con que se comportaban. La imaginación policial es paralela a la de la familia Villar, presuntamente capaz de convertir los partidos amistosos de la selección en un negocio propio, pero también de no justificar el destino dado a determinadas subvenciones. Se investigan igualmente tratos de favor a dirigentes territoriales para asegurarse su continuidad en el cargo.
Villar ha ocupado la presidencia de la FEF durante casi treinta años. Demasiados, sin duda, para evitar caer en la tentación del elogio rápido y el dinero fácil. Ayer perdió su peor partido a los ojos de los espectadores: el de la honestidad, que no admite prórrogas.