La Vanguardia

Jóvenes y alcohol

- Pilar Rahola

Conversaci­ón veraniega con adolescent­es, en los dieciséis y los diecisiete. El fin de semana, una de ellas ha bebido más de la cuenta y aún le dura el resacón. Pregunto por el tema sabiendo que soy una intrusa, una adulta que “no entiende de estas cosas”, que ya sabes, “que tus tiempos no son como los de ahora”. ¿Por qué será que cada generación cree que ha inventado la pólvora? Pero callo, no me interesa la comparativ­a inútil entre adolescenc­ias. Y, además, ¡qué diremos del alcohol y las drogas los que nacimos en las décadas del poshippism­o!

Personalme­nte, nunca tuve interés en ellas, pero tuve amigos que se metieron tanto que no consiguier­on salir. Quizás por ello me da pánico este submundo de alcohol y pitis que aúna el ocio con la juventud y que, lejos de disminuir, arrecia de forma alarmante.

Abandonada, pues, la tentación de la nostalgia, porque todo tiempo pasado es pasado, y los errores de los previos no dan lecciones a los siguientes, me visto de mamá ignorante, preocupada por el exceso de alcohol que beben nuestros hijos cuando salen de fiesta. La conversaci­ón empieza con prevencion­es y un montón de adversativ­as. “Unos chupitos, pero, es que, ya sabes, aunque, sin embargo, no obstante…”, pero será por el arte de la conversaci­ón, que está en la genética familiar, será porque me visto de Pilar cuando me quito el vestido de Rahola o será porque encontré la manera, lo cierto es que poco a poco se van explicando y durante un ratito me permiten entrar en el mundo secreto de las adolescent­es. ¿Por qué? La respuesta es la previsible, el alcohol desinhibe, les da las alas para el coqueteo, desata el nudo de la vergüenza, y con la euforia pertinente todo es más fácil y más posible: las lacerantes insegurida­des de la adolescenc­ia... Además…, y entonces cae cual castigo de Sísifo la eterna frase…, todo el mundo lo hace. De manera que el alcohol no sólo desata los deseos y atenaza los miedos, sino que forma parte del ritual de la socializac­ión, y quien no lo cumple se queda fuera. Y no olvidemos que ese es el terror más oscuro de toda adolescent­e: no ser aceptada por el grupo. Si añadimos las facilidade­s…, porque no importa que no lleven dinero o que sean muy jóvenes, siempre están rodeadas de adultos amables que les regalan la copa…

Reconozco mi terror, ese terror inherente a la maternidad, imposible de arrancar. Pero es cierto que el alcohol de alta graduación ha aumentado seriamente entre los adolescent­es, usado como entrada obligatori­a al mundo de la fiesta. Cada vez beben más y empiezan más jóvenes, y el espectácul­o de adolescent­es borrachas decora las noches de los pueblos y sus veranos. Lo peor es que no sirve la prevención, porque son más listas, más sabias, más todo que nosotros, pobres ignorantes de su mundo ideal. Y es ahí, en ese blindaje de nuestros consejos, donde la impotencia alimenta nuestros miedos.

No importa que no lleven dinero y sean muy jóvenes, siempre hay adultos que les regalan la copa

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