La Vanguardia

Españoles todos: damos pena

- Joaquín Luna

Qué razón tenía Pere Soler i Campins, nuevo director de los Mossos, tuitero follonero, cuando escribió hace unos meses aquello de “me dan pena todos los españoles” –lo admite un Joaquín Luna Morales–: voy a comprarme una crepera como las que anuncia el diario para reanudar las cenas en mi terraza.

La oferta es imbatible: por menos de 50 euros tengo una crepera Princess –¡sin mariconada­s, eh, que soy español!– y no sé cuántas masas para hacer creps, gofres o pancakes, aunque mi objetivo es convertirm­e en artesano crepero y montar cenas con señoras despistada­s o farras de unionistas zampando creps, como la paella de la colega Pilar pero en el Guinardó. ¿Y por qué una crepera? Aprovechan­do que doy pena como español –como catalán ya me insultarán pronto, suerte que me queda el CE Europa–, les voy a ser sincero. De una sinceridad total. Yo montaba cenas en la terraza hasta hace unos veranos (ahora recuerdo que siempre olvidaba comprar velas perfumadas o esas antorchas a lo Ku Klux Klan de los hotelitos con encanto). Al grano: toda la cena era comprada. No cocinaba nada. Lamentable, ya lo sé. ¡Penoso, como diría el amigo Soler i Campins!

Cuatro espárragos de Tudela (o Murchante), una lata de hígado (no siempre de oca), unas virutas de jamón y tarta Sacher. De beber, alcohol. Y café Nespresso, todo muy pachorra aunque sin recurrir a la vajilla de plástico con ribetes, reservadas para las tardes de cuatro mantazos. –¡En peores plazas hemos lidiado! Eso lo dirá el lector casado, acaso fatigado de sufrir los avances, experiment­os y progresos culinarios de su esposa o de la esposa de su amigo o de la amiga de su esposa.

De un divorciado se espera una mesa que transpire ilusión y que esta no sea para los postres ni unilateral. ¡Cómo triunfa un hombre ilusionado! Esperan algún plato con sello personal, pero a mí me sacan del marmitako y de la paella del divorciado –arroz a la cubana sin plátano, un toque de mayonesa y algún despojo cárnico, tipo salchichas– y no soy nadie.

La crepera es ideal para triunfar en las noches de agosto sin dispendios ni no sé qué de bellota –que además hace español–. Planto la crepera en una mesa auxiliar –de la que por supuesto carezco–, traigo un perol y voy derramando dulcemente la masa con una cuchara sopera a la que ya le buscaremos un nombre en francés –hablar francés ha sido la mejor inversión sexual de mi vida–.

Aunque soy un forofo de la crep dulce, me avendría a prostituir­las con jamón cocido, algún queso plastifica­do o lo que me descubra un libro ilustrado que me libre de mi cerril o de azúcar o con Grand Marnier. Una cena, en fin, informal, saludable y sencilla.

Y si algún vecino se queja y vienen los mossos, les digo que son creps bretonas y que a los pericos, ni agua.

Aprovechan­do que doy pena, me voy a comprar una crepera para montar cenas en mi terraza

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain