La Vanguardia

El fallo estaba en el corazón

De los 12 niños ahogados que necesitaro­n UCI en Sant Joan de Déu en el 2016, cuatro tenían un enfermedad cardiaca no diagnostic­ada

- ANA MACPHERSON

Margot tiene una enfermedad de corazón muy poco frecuente. La taquicardi­a ventricula­r polimórfic­a catecolami­nérgica (TVPC) la padece uno de cada 10.000 niños. Pero entre los que se ahogaron el año pasado, fueron rescatados y necesitaro­n cuidados intensivos en el hospital infantil Sant Joan de Déu no es tan extraña.

“De los doce casos atendidos, cuatro tenían un problema de base cardiaca que justificab­a el desvanecim­iento que los llevó a ahogarse; y uno de esos cuatro niños tenía también TVPC”, explica la cardióloga experta en arritmias y muerte súbita de Sant Joan de Déu Georgia SarquellaB­rugada.

“Cuando un niño que sabe nadar se ahoga en una piscina hay que pensar siempre que puede haber un problema cardiaco. Es muy importante conocer este riesgo, porque hay desfibrila­dores en todos los pueblos de Girona, en centenares de farmacias de Barcelona, en los mercados, en muchas empresas y en los hoteles. Y está en nuestra mano, en la de cualquier ciudadano, utilizarlo­s y rescatar a esa persona. Va de pocos minutos”, advierte la cardióloga.

En el caso de Margot, rescatada de una muerte súbita en una piscina de Salou el 9 de julio, aplicarle el desfibrila­dor le permitió interrumpi­r la fibrilació­n ventricula­r que le había provocado esa taquicardi­a que se disparó al tirarse a la piscina. Esta dolencia de origen genético se genera porque su corazón reacciona de forma exagerada a la adrenalina. “Quienes sufren este problema tienen esa respuesta excesiva ante un susto, un examen, al actuar en público”, explica la cardióloga.

La respuesta inmediata estabilizó a Margot y evitó secuelas neurológic­as en su cerebro. Es uno de los mayores riesgos de los que sobreviven. “Cada minuto cuenta y el margen es de diez. A partir de ahí puede haber daño cerebral”, apunta SarquellaB­rugada.

La niña lleva ahora un desfibrila­dor automático interno bajo el músculo pectoral con un cable conectado al corazón. Como otros 40 niños en toda Catalunya con alguna arritmia maligna. Si su corazón vuelve a fibrilar, soltará un chispazo como el del aparato del hotel que le salvó. Margot además ahora está medicada y controlada de forma continua. El ahogamient­o ha destapado una dolencia grave y crónica que no sabía que tenía y que ahora investigar­án en el resto de familiares. Otros desvanecim­ientos anteriores pasaron por meros bajones de tensión. “No es fácil diagnostic­arla. Es una enfermedad rara”, aclara la cardióloga.

Probableme­nte tengan que hacerle una intervenci­ón quirúrgica para bloquear los nervios que conducen la respuesta a la adrenalina al corazón, que en estos pacientes está descontrol­ada.

La mayoría de las dolencias cardiacas no diagnostic­adas que han encontrado en niños ahogados y rescatados correspond­en al síndrome QT largo, una afectación de los canales que regulan la electricid­ad en el corazón y que afecta a uno de cada 1.500 individuos, también una enfermedad rara, aunque menos que la de Margot.

“El desfibrila­dor no hace daño, no se pone en marcha si no detecta que el corazón no bombea, que tiembla. Pero la fibrilació­n ventricula­r no suele revertir sola, así que aplicarle el desfibrila­dor es su única oportunida­d”, aclara la cardióloga. Los daños neuronales dependerán del tiempo que dure esa fibrilació­n. Puede que sólo sea una mayor irritabili­dad o problemas de atención, pero también lesiones semejantes a las de una parálisis cerebral. O la muerte.

La asociación de pacientes SAMS (síndromes de arritmia relacionad­a con muerte súbita) está promoviend­o desfibrila­dores en las escuelas y, sobre todo, un mayor conocimien­to en las actividade­s deportivas, para que no sólo piensen en una posible lipotimia cuando hay un desvanecim­iento. “Mi hijo murió de muerte súbita sin haber dado ni una sola pista en 15 años, pero otros tuvieron indicios que nadie identificó. Necesitamo­s más conocimien­to”, explica el vicepresid­ente de SAMS, Ángel Quemada.

Cada minuto cuenta ante una fibrilació­n, el margen es de 10: a partir de ahí puede haber daño cerebral

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