Los amos del cortijo
Hubiera sido deseable que el mundo del fútbol, cada vez más encharcado en cloacas y corruptelas, tomara otros derroteros. Ni que fuera por higiene democrática habría estado bien que de los clubs, de los árbitros o de las federaciones territoriales hubiera salido un candidato nuevo y con cara y ojos para abrir las ventanas de la Federación Española. No puede ser bueno que un dirigente, de ningún ámbito, esté 29 años en el mismo cargo. Cuando se produce esa circunstancia casi cae por su propio peso que se van a generar problemas, prebendas y relaciones clientelares de beneficio mutuo. Ya decidirán los tribunales de justicia en su momento y no hay que perder de vista la cacareada presunción de inocencia pero Villar llevaba ya tantos años rozando el poste en distintos casos sospechosos que tarde o temprano podía pasar lo que ocurrió ayer, que entrara un gol en su portería.
El final del partido no se ha producido pero la imagen de la Guardia Civil irrumpiendo en las dependencias de la Federación ya no se puede borrar. Un espectáculo bochornoso para los responsables federativos, aunque Villar no pase mucho tiempo dentro de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas. En los mentideros se suele decir que está más de 150 días de viaje, lejos del minuto a minuto de la RFEF y enfrascado en tareas de ámbito UEFA o FIFA, institución en la que también fue investigado por la Comisión de Ética en el marco de las cuitas de Blatter y Platini.
Ni en los mejores tiempos de la selección española Villar se ha codeado en las fiestas de celebración con los periodistas. Siempre ha preferido mantener las distancias y no exhibirse en los saraos, al contrario de lo que hacía el expresidente de la Federación Española de baloncesto José Luis Sáez, que dejó el cargo también entre aroma de corrupción. Pero los dos han llegado a creer que el cortijo en el que mandaban era suyo.