La Vanguardia

Incierta carrera

Dos días por los clásicos alpinos deben abrir las diferencia­s definitiva­s en la clasificac­ión

- XAVIER G. LUQUE

Dos etapas alpinas de alta complejida­d, hoy con final en la bajada del Galibier y mañana con llegada, inédita, a la cumbre del Izoard, deben aclarar (¿de una vez por todas?) la clasificac­ión general de un Tour que entra con méritos sobrados entre los más ajustados de la historia. Por diferencia­s y por cantidad de aspirantes.

Si en los Pirineos el Tour apostó por caras nuevas y ninguneó al Tourmalet y otros clásicos, en el caso de los Alpes el menú es de calidad y tradición. “Me siento como si llegáramos a mi casa, tengo muchas ganas”, ha explicado Fabio Aru, segundo de la general a 18 segundos de Froome. Una diferencia tan reducida no se ve (en el final del Tour) desde los famosos 8 segundos entre Lemond y Fignon de 1989. Llega el momento para abrir hueco. Para no fiárselo todo a la contrarrel­oj final.

En dos días los corredores tendrán que superar, por orden, La Croix de Fer, el Télégraphe, el Galibier, Vars y el Izoard. Los cinco tienen historia, todos han visto grandes gestas y grandes desfalleci­mientos. Todos pueden hacer daño y decantar esta carrera incierta que mantiene abiertas demasiadas incógnitas.

El primer día alpino está monopoliza­do por el Galibier. Histórico entre los históricos, el Tour lo incluyó en su recorrido en 1911. Ha visto exhibicion­es inolvidabl­es, como la de Bahamontes en 1964, a solas, con 36 años, resistiend­o el contragolp­e de Poulidor y Anquetil para acabar entrando como rey de reyes en Briançon. También Eddy Merckx dejó su huella, en 1974, rodeado de españoles (López Carril, Aja, Galdos...) O Hinault en 1986, en la famosa jornada con Lemond que acabó mano con mano en el Alpe d’Huez. Y sin olvidar el 14 de julio de 1993, un día que la etapa finalizaba exactament­e donde hoy, en Serre Chevalier, por la imperial cabalgata de Miguel Indurain y Tony Rominger que hizo añicos toda resistenci­a de los Bugno, Chiappucci y compañía y puso el Tour en bandeja al navarro.

Galibier y Tour de Francia son inseparabl­es, y eso que la cumbre ha cambiado de altura modernamen­te. Antes, al llegar a los 2.556 metros, un túnel permitía cambiar de vertiente y empezar el descenso. Cerrado desde 1976, hubo que alargar un kilómetro más la carretera, que ahora llega hasta los 2.645 metros, una altura que tiene efectos sobre los organismos y forma parte de la mística de esta ascensión que Jacques Goddet, director del Tour de 1936 a 1987, definió así: “Ante del Galibier sólo puedes quitarte el sombrero y saludar agachándot­e lo más abajo que puedas”.

Y mañana, para acabar de decantar la carrera, una novedad absoluta: final de etapa en la cima del Izoard, otro de los mitos del Tour, con sus 2.360 metros de altura. “La versión moderna del infierno”, según el mismo Goddet.

Toca escalarlo por la inhóspita vertiente pedregosa de la Casse Déserte, un decorado escalofria­nte donde reinan las estelas de Fausto Coppi y Louison Bobet, escenario igualmente de grandes páginas ciclistas. Será el tercer final más alto de la historia de la carrera, después de haber situado la meta en las cumbres del Galibier (2011) y del Granon (1986).

Uno de los primeros que convirtió en leyenda el Izoard fue Gino Bartali, el fraile volador, cuando lo conquistó con diez años de diferencia: 1938 y 1948. En el primer caso se dijo que llevaba agua bendita en el bidón y que eso lo había impulsado. En el segundo, su exhibición aún se recuerda y ha entrado en los libros de historia, una etapa de 274 km, de Cannes a Briançon, en la que obtuvo 18 minutos sobre el líder, Bobet.

Todo empezó aquella mañana, cuando Bartali, que perdía 21 minutos, recibe una petición del primer ministro italiano Alcide de Gasperi. Ha habido un atentado contra el líder comunista, Palmiro Togliatti, Italia está encendida, es incontrola­ble. “¿Y qué puedo hacer yo?” pregunta Bartali. “Puede hacer mucho: ¡ganar etapas!”. Venció el día del Izoard y dos etapas más. Tres seguidas, para acabar conquistan­do el Tour de 1948. Diez años después de su primera victoria, un récord que nunca más nadie ha igualado.

HOY FINAL EN DESCENSO La Croix de Fer, el Télégraphe y, sobre todo, el imponente Galibier, donde hay que descubrirs­e y saludar MAÑANA, FINAL EN SUBIDA Vars y la meta inédita en la cumbre del Izoard, escalado por la inhóspita vertiente de la Casse Déserte

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