La Vanguardia

“Si pierdes el referéndum y no te gusta, siempre puedes irte”

Tengo 62 años. Nací en Rusia, me crie en Israel y vivo en Estados Unidos. Soy catedrátic­a de Sociología, Ciencias Políticas y Antropolog­ía en la Universida­d de Boston. Estoy casada y tengo un hijo, Nathan (36). ¿Política? Soy disidente, hija y nieta de d

- VÍCTOR-M. AMELA

Hija y nieta de disidentes? Mi abuelo paterno, hombre culto, disintió del zarismo y fue de los primeros bolcheviqu­es rusos.

Un revolucion­ario. Luego dirigió prestigios­os teatros de ópera y ballets soviéticos. Pero llegó Stalin con su gran purga, en 1937...

¿Le destituyó? Stalin odiaba a los viejos bolcheviqu­es porque eran cultos y temía que le desobedeci­esen: prefirió cargárselo­s y rodearse de analfabeto­s que le reverencia­sen.

Suele pasar. ¿Qué fue de su abuelo? Para que confesase un crimen político inventado y fusilarle, le torturaron. Resistió y no confesó. Le enviaron a Siberia, al gulag.

¿Murió? Allí estuvo 17 años. Para estar cerca de él, le siguieron a aquel lugar su esposa y su hijo...

Su padre de usted. Sí, que conoció a mi madre... por ser hija a su vez de otro disidente del estalinism­o.

Su abuelo materno. Bolcheviqu­e desde los 13 años, fue perseguido, y tras la revolución se hizo médico. En 1936, las autoridade­s le llevaron al hospital un cadáver con dos balazos en la espalda: “Certifica que es un suicidio”, le ordenaron.

Sería algún purgado por Stalin... Mi abuelo se negó. Y acusado de trotskista, fue arrestado. Murió en la sala de torturas. Tenía 30 años, y mi madre apenas nueve añitos entonces. Y quedó sola: a su madre, por esposa de un enemigo del pueblo, la enviaron al gulag: estuvo encerrada diez años.

Menuda historia familiar... A mi madre la ayudaron a sobrevivir unos raterillos de los bajos fondos... Son historias que me han explicado desde niña mis padres, que fueron a su vez disidentes.

¿Disidentes de qué? Renunciaro­n a su ciudadanía soviética para instalarse en Israel en 1967. Lo perdieron todo. Yo tenía trece años. Empezamos de cero.

¿Cómo le ha marcado a usted todo esto? Me llevó a estudiar cómo y por qué la gente piensa lo que piensa.

¿Alguna conclusión?

Una clara: que todos somos nacionalis­tas.

¿Yo también? Sí. El marco mental que te inyecta identidad es la nación. Es una forma de conciencia: antes lo fueron la casta o la religión, pero eso cambió en la Inglaterra del siglo XVI. ¿Qué sucedió allí entonces? Destruida por la guerra, la vieja aristocrac­ia feudal desapareci­ó, incluida la dinastía reinante. Y una nueva dinastía creó una nueva nobleza...que tuvo que extraer de la plebs.

La plebe. Hasta entonces un plebeyo no podía cambiar de estado. ¡Y ahora Wolsey, hijo de un carnicero, llegaba a cardenal y consejero real! ¡Inconcebib­le! ¿Cómo justificar esto?

¿Necesitaba­n explicárse­lo a sí mismos? Sí, y salvaguard­ar esta novedad. Y tomaron un concepto de los consejos eclesiásti­cos, la natio, y lo aplicaron al pueblo inglés: y así se elevó a la plebs a la dignidad de élite. ¡Todos iguales como componente­s de la natio!

Le sigo. Durante dos siglos, la única nación fue Gran Bretaña: todos libres y iguales desde abajo. ¡Nace la modernidad, con el nacionalis­mo! Es una revolución de la conciencia. Gran Bretaña floreció. Todos la emularon: hoy todos lo vemos así, todos somos nacionalis­tas.

¿Hitler era nacionalis­ta? Sí. ¿Stalin era nacionalis­ta?

Sí.

Pues vaya... Alemania y Rusia desarrolla­ron un nacionalis­mo despojado del individual­ismo igualitari­o inglés: el alemán y el ruso serán un tipo de nacionalis­mo etnicista, racista.

¿Hay más tipos de nacionalis­mo? El nacionalis­mo colectivis­ta cívico, que se dará en Francia. Ven la nación como un cuerpo de mujer: no puedes desmembrar­la.

¿Y en España? ¿Y en Catalunya? El problema es que en España y Catalunya impera un mismo tipo de nacionalis­mo.

¿Cuál? El de tipo francés, el nacionalis­mo colectivis­ta cívico, con un componente de filiación voluntaria a la inglesa: no eres catalán o español si no quieres, no se te obliga. ¡Dos nacionalis­mos iguales que chocan entre sí!

Y entonces, ¿qué nos pasará? Que si los independen­tistas catalanes argumentas­en bien, España y el mundo cederían ante el referéndum. Y no lo están haciendo.

¿No? ¿Qué deberían argumentar? Que lo primero son los individuos y su derecho a determinar qué nación conforman. ¡Es el marco mental de Occidente, lo aceptaría!

¿Seguro? Aunque los estados son vagos para escuchar, insistan: es un pensamient­o compartido.

¿Y cuántos de sus individuos necesitarí­a Catalunya para independiz­arse?

La mitad más uno de los votos emitidos.

¿Y qué le diría a la otra mitad? Que, habiendo intentado convencer a la mayoría de lo que consideren, han perdido.

¿Y podrán votar para volver a España? No, claro, han perdido: si tanto les disgustase, tienen la libertad de marcharse a España.

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DAVID AIROB
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IMA SANCHÍS
LLUÍS AMIGUET
VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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