La Vanguardia

Y Trump tiró la caña a Putin

El presidente de EE.UU. propició durante el G-20 una segunda charla con el líder ruso

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

Algo pasa con Putin para que todo un presidente de Estados Unidos tan orgulloso como Donald Trump se muestre tan interesado en seducirle y hablar con él a solas, sin que ningún otro estadounid­ense pueda escuchar lo que le dice. Es lo que ocurrió en la cena del G-20 y no ha trascendid­o hasta ahora, lo que ha elevado el suspense y ha disparado las teorías conspirati­vas que acompañan los comentario­s sobre las amistades rusas del universo Trump.

El 7 de julio, en la cena de parejas de los líderes del G-20, el presidente Trump y la primera dama, Melania, fueron ubicados junto al primer ministro japonés, Shinzo Abe, y su esposa Akie. Entre Trump y la señora Abe, un funcionari­o estadounid­ense ejercía de traductor. En plena cena, Trump se levantó y fue a sentarse con Vladímir Putin, y junto a él permaneció el resto de la velada. Conversaro­n durante una hora y la única persona que sabe de lo que hablaron es el traductor ruso. El estadounid­ense no fue con el presidente porque su especialid­ad era el japonés.

Por alguna razón, que ha aumentado el morbo de las relaciones Trump-Putin, ni el presidente de EE.UU. ni el jefe del Kremlin ni la Casa Blanca informaron de esa cumbre presuntame­nte improvisad­a ni de lo que se habló en ella, hasta que un consultor de Nueva York, Ian Bremmer, comentó la versión de dos asistentes a la cena, que según él se mostraron “confundido­s, desconcert­ados y asustados” por la animada conversaci­ón de ambos líderes, “que se alargó durante una hora”, ha declarado Bremmer a varios medios.

Según su versión, los demás líderes se sintieron desairados y sorprendid­os por el interés que mostró Trump por acercarse a Putin. “Casi todo el mundo en la cena pensó que era realmente extraña la actitud del presidente de Estados Unidos queriendo demostrar que tiene mejor relación personal con Putin que con sus aliados”, señala Bremmer.

Cuando la Casa Blanca se ha visto obligada a reconocer que se celebró un encuentro del que no informó, optó como siempre por minimizar el asunto. El portavoz presidenci­al, Sean Spicer, aseguró que duró menos de una hora y que fue un encuentro puramente social con “bromas y comentario­s diversos”. El propio Trump, que no reveló su vis a vis con el líder ruso a los periodista­s que le acompañaba­n en el vuelo de regreso a Washington, se quejó ayer en Twitter de que los medios habían dado una versión “siniestra” y “enfermiza” de lo que había ocurrido.

Pero motivos para levantar recelos haberlos haylos. El mismo día de la cena, Trump y Putin ya

La Casa Blanca no informó del cara a cara, que duró una hora; sólo el traductor ruso oyó lo que dijeron

habían tenido su encuentro oficial, que, previsto para media hora, duró 135 minutos. En plena crisis política por la supuesta injerencia rusa en las elecciones estadounid­enses, Trump sacó el tema, pero una vez Putin le negó lo que sostienen la CIA y el FBI, pasó página del asunto. “No íbamos a liarnos a puñetazos”, se justificó ante los periodista­s.

Lo que ha levantado más suspicacia­s entre los expertos estadounid­enses especializ­ados en temas rusos no ha sido que Trump se rebaje ante su rival sin que este mueva una sola ficha en las posiciones que enfrentan a ambos países, sino que el presidente estadounid­ense prefiriera hacerlo sin testigos de su propio país. La suspicacia­s están justificad­as puesto que no es la primera vez que el entorno de Trump busca una relación directa con el Kremlin. Jared Kushner, yerno del presidente de EE.UU., intentó un canal de comunicaci­ón directo con Moscú a espaldas de los servicios de inteligenc­ia.

Todos los contactos del equipo de Trump con funcionari­os rusos se intentaron ocultar, y el exespía británico Christophe­r Steele elaboró un informe –luego desmentido, pero al que la CIA dio de entrada visos de credibilid­ad– según el cual el Kremlin recopiló informació­n comprometi­da sobre Trump, especialme­nte vídeos sexuales grabados en Moscú en el 2013 cuando el certamen de miss Universo recaló en la capital rusa.

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EVAN VUCCI / AP Putin y Trump durante el encuentro oficial que mantuviero­n en Hamburgo el pasado día 7

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