La Vanguardia

Europa post-Brexit

- Xavier Vives X. VIVES, profesor del Iese

El motor político franco-alemán da signos de ponerse en marcha en la Unión Europea al mismo tiempo que la economía europea da signos de recuperaci­ón. Macron está dando muestras de inteligenc­ia política intentando recuperar el protagonis­mo de Francia, revertir su declive económico relativo y ofrecerse a Alemania como un socio reforzado. La alianza franco-alemana se ha basado en la fortaleza política (y militar) francesa y la dominancia económica alemana. El presidente galo intenta aprovechar el vacío dejado por Estados Unidos en la escena global para forjar un liderazgo europeo en donde Francia tenga un papel central. La invitación al muy debilitado Trump para la fiesta del 14 de Julio es a la vez oportunist­a e inteligent­e. Quizás paradójica­mente, el triunfo de Trump, con su desdén por la UE, y el Brexit, con su irreal sueño de vuelta al pasado imperial británico, han reavivado el sentimient­o europeo en no pocos ciudadanos, y ha abierto una ventana de oportunida­d para poner en marcha las reformas imprescind­ibles para que el euro y el proyecto europeo salgan adelante.

El contraste con las perspectiv­as en el Reino Unido no puede ser mayor. El desconcier­to en Londres después del fracaso de May en las recientes elecciones es manifiesto. Su principal problema es que se ha revelado como una política mediocre, incompeten­te e insensible al sufrimient­o de buena parte de la población, al mismo tiempo que Corbyn se ha afirmado como genuino y con gancho entre los más jóvenes. La falta de reacción del Gobierno conservado­r ante el drama del incendio de la torre Grenfell en Londres fue paradigmát­ica, y pone de manifiesto su desprecio a las penosas condicione­s de la vivienda pública. May resistirá lo que el partido conservado­r tarde en consensuar un nuevo líder.

El Reino Unido no parece ser consciente de que su posición negociador­a es extraordin­ariamente débil, máxime después de la victoria de Macron y su alianza con Merkel. Es muy dudoso que la estrategia tradiciona­l inglesa, con siglos de experienci­a, de aprovechar las divisiones entre los países europeos surta efecto esta vez. Algunos medios de comunicaci­ón británicos todavía hacen editoriale­s recomendan­do que el Brexit sea suave sin darse cuenta de que los negociador­es europeos, con Barnier a la cabeza, tienen la sartén por el mango. Las condicione­s no serán dictadas por Londres dado que el tiempo corre en su contra. Además, la economía británica y la City en particular tienen mucho que perder. De hecho, es prácticame­nte imposible que en la fecha límite de finales de marzo del 2019 se haya llegado a un acuerdo, ya que para ello sería necesario llegar a este acuerdo en el otoño del 2018. Toda la experienci­a internacio­nal de negociació­n de acuerdos comerciale­s indica que el plan no es realista. La bravata inglesa de que mejor ningún acuerdo que un mal acuerdo no es creíble. Por ejemplo, la economía de la UE es aproximada­mente cinco veces mayor que la del Reino Unido. Se auguran tiempos turbulento­s para la libra esterlina cuando los mercados se den cuenta del impasse en que está el país.

No hay, sin embargo, razones para celebrar esta situación, puesto que un Brexit desordenad­o también perjudicar­ía a la UE y afectaría gravemente a la seguridad europea. Cabe esperar, pues, una actitud firme pero constructi­va por parte europea en la negociació­n con Londres.

El impulso externo de Trump y el Brexit, junto con la habilidad de Macron, no serán suficiente­s para poner a la UE y al euro en una senda política y económicam­ente estable. Desde muchas cátedras académicas en EE.UU. y en el Reino Unido se sigue insistiend­o en que el euro fue un error que hará implosión tarde o temprano. Se hace hincapié, por ejemplo, en que el euro ha sido desastroso para el sur de Europa al no permitir devaluar la moneda para ajustar las economías ante una falta de competitiv­idad. Se argumenta que estos países estarían en una situación más favorable con una moneda nacional y un banco central muy independie­nte y que controlara la inflación. Aquí se olvida que la calidad de las institucio­nes en el sur de Europa no es equiparabl­e a la de los países nórdicos. El euro puede ser una fuente de prosperida­d siempre que los pilares necesarios para su equilibrio estén presentes. Estos incluyen una mayor integració­n fiscal que permita compartir riesgos entre países, mayor coordinaci­ón de las políticas económicas, y una unión bancaria completada. Para ello se necesita voluntad política y transparen­cia con la ciudadanía sobre el proceso y los objetivos.

En el medio plazo, las reformas prometidas por Macron se han de hacer realidad y la sociedad francesa hacerlas suyas, y Alemania debe impulsar la inversión y el consumo interno que proporcion­e un mayor bienestar a sus ciudadanos y unos flujos comerciale­s más equilibrad­os en Europa. No es exagerado afirmar que el futuro del euro y de la UE está en buena parte en manos de Francia. Si Macron fracasa, la probabilid­ad de una involución en Francia en las próximas elecciones es real y el futuro de la UE más incierto que nunca.

El Reino Unido no parece ser consciente de que su posición negociador­a es extraordin­ariamente débil

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