La Vanguardia

Centelles y las buenas armonías

- Rafael Anson

Todos sabemos la complejida­d de conseguir la perfecta armonía entre lo sólido y lo líquido. Aunque no es fácil dar reglas escritas sobre este difícil arte, uno de los grandes sumilleres de Catalunya y de España, Ferran Centelles, ex de El Bulli, se ha atrevido. En el epílogo de su exitoso libro ¿Qué vino con este pato? (Planeta Gastro) resume, en lo que él llama un “decálogo de 40 puntos”, las orientacio­nes que pueden servir para comprender este fascinante mundo.

Centelles parte de que las normas clásicas, de principios del siglo XX, que fueron un punto de inflexión en la cultura de las armonías, “han quedado desfasadas y superadas”. Cree que esta cultura “ha avanzado extraordin­ariamente en estas últimas décadas, aunque todavía queda mucho mito y pseudocien­cia que hay que desaprende­r y poner en cuestión”. Asimismo, reivindica la necesidad de relativiza­r algo que hace referencia a los gustos. En su opinión (y en la nuestra), el factor cultural y las experienci­as vividas son claves para entender nuestras preferenci­as a la hora de armonizar, “casi tanto como la genética de cada persona”.

Sostiene que la regionalid­ad (comer y beber lo cercano) reporta muchos placeres gustativos y que la complement­ariedad es un valor siempre seguro a la hora de relacionar lo líquido con lo sólido. Más arriesgada­s son las armonías de contraste, pero cuando son exitosas resultan memorables. Incluso asegura que una combinació­n adecuada puede aunar los dos conceptos. Y recomienda la utilizació­n de vinos versátiles como buena alternativ­a para armonizar los menús degustació­n largos y complejos.

En su maravillos­a síntesis cita a grandes maestros de la armonizaci­ón, como Alain Senderens, recienteme­nte fallecido, quien concibió y redactó en 1981 unas normas que todavía son aplicables. Y hace referencia también a la sumillería molecular, desarrolla­da por François Chartier, y al libro Food and wine pairing, de Robert J. Harrington.

Asegura que algunos conceptos simples, basados en el peso y la intensidad de los productos, equiparánd­olos con el cuerpo y el perfume del vino, ayudan a realizar armonías adecuadas.

Y una considerac­ión final con la que estoy también en total acuerdo: los platos más suaves y con menos elementos encontrará­n más vinos adecuados para armonizar que los platos intensos y muy complejos. Les invito a recorrer este interesant­e libro desde la página uno.

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