La verdad incómoda de ‘The handmaid’s tale’
Los premios Emmy denuncian la ola de conservadurismo
June tiene prohibido leer, hablar libremente o llamarse por su nombre de nacimiento: ahora es Offred (de Fred)
Un día despiertas y descubres que tu banco ha eliminado tu cuenta bancaria y que ha desviado todos tus ahorros a la cuenta de tu marido. No es una equivocación, son instrucciones del gobierno, que considera que los hombres tienen más capacidad para gestionar el dinero. Poco después, las autoridades entran en tu despacho para echarte de tu puesto de trabajo. Como eres mujer, debes centrarte en procrear y criar a tus hijos. Sí, esta hipótesis puede parecer muy alejada de tu realidad actual, pero la primera temporada de The handmaid’s tale tiene como objetivo despertarte, el mismo que tienen los premios Emmy al colocarla como una de las favoritas de la edición con 13 nominaciones.
Lo decía Pilar Rahola en su columna titulada “Democracia” del pasado domingo: “Nada parece indicar que la democracia será el sistema que dominará el mundo en el siglo XXI. Al contrario, puede perder la partida”. Esta misma idea es la que se transmite en este cuento sobre los míseros días de June (Elisabeth Moss) como esclava sexual del matrimonio Waterford, muy bien colocado en el gobierno totalitarista y de tintes orwellianos. Las violaciones son camufladas como ceremonias cristianas sagradas con tal de traer nueva vida al mundo, aquejado de problemas de natalidad. Le dicen a June que es un privilegio ser una criada sexual, pero cada vez que sale a la calle debe tener las mismas conversaciones sumisas y falsas: o sigue el guion del poder o puede ser enviada a barrer material radioactivo hasta que muera por la radiación. Tampoco puede leer, tener amistades o mencionar su nombre de nacimiento porque oficialmente ya no es June. Ahora es Offred, que significa que pertenece al Comandante Fred, y su única vestimenta es un uniforme rojo que la etiqueta como mujer fértil.
Esta realidad incómoda se concibió en 1985 de la mano de la escritora Margaret Atwood, que publicó El
cuento de la criada, y fue adaptada en el cine con Faye Dunaway y Robert Duvall en la piel del matrimonio opresor en 1990. Pero, como si se alineasen los astros, la plataforma de contenidos estadounidense Hulu creyó que era buena idea resucitar el concepto para el 2017. Cada vez que alguien se plantea que la serie es maniquea, las noticias actuales le azotan con la pura realidad: la persecución de homosexuales en Chechenia, la irresponsabilidad de Trump en EE.UU., la legislación de la violencia de género en Rusia, la opresión en Arabia Saudí, el adoctrinamiento global del Estado Islámico.
La jugada, además, ha sido maestra. La serie opta al Emmy al mejor drama enfrente de colosos como
Westworld, The Crown o Stranger things. Elisabeth Moss ya se ha emancipado de su personaje en Mad men y las quinielas la dan por ganadora, incluso teniendo una mancha en su currículo: su pertenencia a la Cienciología, que choca con el discurso de la serie. El responsable Bruce Miller (Los
4400, The 100) asciende a la liga de los grandes como candidato al mejor guion. Las directoras nominadas Reed Morano y Kate Dennis prueban que la mirada femenina da sus frutos. Y Samira Wiley, Ann Dowd y Alexis Bledel, candidatas por papeles secundarios, prueban que no hay personaje femenino sin sustancia, ya sean víctimas, rebeldes o lavacerebros implacables del régimen.
Pero también es una herramienta perfecta para que Hulu llame la atención en el mercado americano, donde hasta el momento sólo era una plataforma para ver contenidos en diferido de los canales en abierto (es hija de ABC, FOX y NBC) y cuyas ficciones propias habían pasado desapercibidas (Chance, The Path, Casual). Eso sí, quien quiera inquietarse en la Península puede hacerlo en HBO España, que está teniendo buen olfato a la hora de comprar ficciones.