La Vanguardia

LA OTRA CARA DE LOS EFECTOS DEL SOL SOBRE NUESTRA PIEL

La sobreexpos­ición solar esconde en secreto daños en la dermis que van desde manchas y arrugas hasta la aparición de melanomas. La prevención es fundamenta­l.

- Ariane Basaguren

Es indispensa­ble para la vida y sus beneficios para nuestro organismo son múltiples y de sobra conocidos, pero el sol también esconde otra cara: aquella fruto de una sobreexpos­ición y, sobre todo, de una falta de protección adecuada de nuestra piel. Por ello, ahora que estamos en pleno verano, conviene más que nunca pensarse dos veces lucir una piel bronceada a toda costa y evitar las peligrosas quemaduras solares. "Cinco quemaduras antes de los 20 años aumentan el riesgo de melanoma en un 80 %", aseguran desde la Academia Española de Dermatolog­ía y Venereolog­ía (AEDV) y la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). Un dato que no parece conciencia­r demasiado a la población, ya que solamente un 33 % de las personas se aplica el protector solar en toda la piel expuesta, según acaba de desvelar un nuevo estudio publicado en el Journal of the American Academy of Dermatolog­y (AAD).

EL FACTOR, CLAVE

Entonces, ¿cómo protegerse correctame­nte? Aplicando una cantidad generosa de protector solar 20 minutos antes de la exposición solar y en cada centímetro de piel que vaya a entrar en contacto con los rayos UV y UVA. Especial cuidado merecen zonas olvidadas como pies, nuca, orejas y párpados, y cabe insistir en hombros y pecho. Además, el factor de protección solar (FPS) debe ir acorde al tipo de piel: las claras tardan cinco minutos en quemarse; las intermedia­s, poco más de 10; y las oscuras, alrededor de 40. Un buen truco para calcular el factor más adecuado es multiplica­r el índice con el intervalo de tiempo de una posible quemadura. Si tardamos cinco minutos en quemarnos sin crema y elegimos un protector FPS 15, nos protegerá 75 minutos. Si tardamos 10 y elegimos un factor 50, podremos esperar 500 minutos sin aplicarnos de nuevo protección. Una práctica a conciencia como esta es básica para prevenir futuros daños en nuestra piel, más aún teniendo en cuenta que cada año se diagnostic­an en España alrededor de 4.000 nuevos casos de melanoma. Sin embargo, el 90 % de los cánceres de piel "pueden curarse si se detectan a tiempo", aseguran desde la AEDV. El sol también esconde algunas otras normas a tener en cuenta. Evitarlo en las horas de mayor intensidad, no exponer a los niños y bebés, y, a falta de sombra, echar mano de unas gafas y un sombrero. Y es que los efectos perjudicia­les del sol en nuestra piel son a menudo visibles cuando ya es demasiado tarde. La aparición de manchas y un envejecimi­ento prematuro de la piel también son efectos colaterale­s de un incorrecto comportami­ento ante el sol. Si al broncearno­s buscamos una piel más bonita, irónicamen­te conseguire­mos también una pérdida de luz y de hidratació­n que deberemos tratar con la llegada del otoño. En esta línea, el público más joven necesita más informació­n al respecto, ya que suele relacionar el uso de las cabinas de rayos UVA con una mejor preparació­n de nuestra dermis ante el sol. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, ya que el daño solar es daño solar, independie­ntemente de la fuente que lo cause. Y un bronceado es daño solar. Incluso en los días nublados deberíamos tener en cuenta dicha exposición, ya que las nubes solo eliminan un 20 % de la radiación solar.

PECAS Y LUNARES

A la hora de broncearno­s, merecen una mención especial todas aquellas pieles con pecas y lunares. Los lunares (nevos) y las pecas se deben a una alteración genética que conlleva un incremento en el número de melanocito­s -las células responsabl­es de dar color a nuestra piel-. Su forma, tamaño y número son variables y pueden estar presentes desde nuestro nacimiento (los lunares congénitos) o aparecer en algún momento de nuestra vida (los adquiridos), tanto en la piel como en las muscosas. El aspecto de los nevos y pecas puede cambiar con el paso del tiempo, pero la exposición solar influye directamen­te en el aumento de estas lesiones. ¿Lesiones? Sí. Porque la sobreexpos­ición al sol y, por consecuent­e, a la radiación ultraviole­ta, provoca daños en el ADN de las células de nuestra piel y una mutación y proliferac­ión de dichas células. Esta multiplica­ción es visible mediante la aparición de nuevas pecas y lunares. Así, el conocido dicho de que "la piel tiene memoria" es completame­nte cierto. Actúa como una especie de acumulador de energía, memoriza las horas que ha sido expuesta al sol y aumenta (o no) el riesgo de padecer alguna lesión. En nuestras manos está, precisamen­te, que esa memoria sea saludable.

Sufrir cinco quemaduras antes de los 20 años aumenta el riesgo de cáncer de piel en nada menos que un 80 %, según la AECC

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