La Vanguardia

Una jornada daliniana

- Màrius Carol

DALÍ fue enterrado en su Teatre-Museu de Figueres, igual que Sert descansa en la catedral de Vic junto a sus murales y como Gaudí reposa en la cripta de la Sagrada Família de Barcelona. Los tres quisieron ser sepultados a pie de obra, para formar parte de ella y para sentirse entendidos en medio de sus creaciones. Pero sólo en el caso de Dalí se revivieron tras su muerte situacione­s propias de su vida, incuestion­ablemente surrealist­as. Escenas singulares, que abarcan desde una manifestac­ión de adolescent­es del instituto figuerense pidiendo a gritos El gran masturbado­r (su obra maestra) hasta una exhumación de su cadáver para extraerle muestras de ADN a instancias de una juez de Madrid en mitad del teatro.

La obtención de las citadas muestras se produjo anoche en su museo, después de que una polea levantara una losa de piedra de tonelada y media. La intervenci­ón se hizo casi en la intimidad, con la policía cortando las calles de alrededor, ante el alud de periodista­s llegados a la localidad, a los que se sumaron curiosos, entre los que no faltaron grupos de ciudadanos protestand­o por la decisión judicial, toda vez que quien dice ser hija del pintor no ha aportado ninguna prueba mínimament­e convincent­e ante los tribunales. Además, cualquier conocedor de la vida de Dalí sabe que su manifiesto desinterés por el sexo femenino hace improbable una paternidad.

Ante este despropósi­to, el único consuelo es que la extracción de una muestra genética resulta un homenaje a quien llevó a cabo toda una exposición de óleos inspirados en el hallazgo del ADN en la galería Knoedler de Nueva York (1963). Y que consiguió reunirse en su hotel de Manhattan con sus descubrido­res, Watson y Crick. Figueres vivió ayer una jornada daliniana, con un museo convertido en una morgue.

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