La Vanguardia

Leo Sorribes

- JOSEP SUÑOL I GARRIGA Presidente del FC Barcelona y político de ERC (1898-1936)

DIRECTOR GENERAL DE IBSTAGE

Los responsabl­es del Ibstage, el curso de ballet que se celebra cada agosto en Barcelona, se lanzan a crear el Ballet de Catalunya y su respectiva Acadèmia, un ambicioso proyecto que aspira en el futuro a ser considerad­o nacional.

Hoy es el aniversari­o del nacimiento de Josep Suñol i Garriga y, como hijo suyo, quiero rendirle un homenaje póstumo en el 81.º aniversari­o de su prematura e inmerecida muerte, que se cumplirá el próximo 6 de agosto. Con la publicació­n de la esquela, querría cerrar un episodio que ahora, con la reciente aprobación por el Parlament de Catalunya de la anulación de las sentencias franquista­s, puedo cerrar con más serenidad, aunque mi padre no tuvo ni juicio ni sentencia, sino un final drástico y trágico.

Nació en el seno de una familia burguesa, catalanist­a y republican­a, fundadora de la Compañía de Industrias Agrícolas. Después de completar sus estudios de abogado, se casó con Glòria Soler i Elias, mi madre.

Siempre ejerció de empresario vinculado a los negocios familiares, aunque sus intereses personales priorizaba­n la causa republican­a y catalanist­a, a favor de la cual canalizaba sus ideales y acciones basados en los valores de la libertad, del diálogo, de la deportivid­ad y de la difusión de la cultura.

Entró en la vida pública en el año 1925 y aquel año se hizo socio del Futbol Club Barcelona; fue uno de los dirigentes de Acció Catalana y un valedor incansable de Francesc Macià. Siempre comprometi­do con los represalia­dos por la dictadura, defendió en todo momento la unidad de las fuerzas de las izquierdas para poder construir una república catalana fuerte, digna y equitativa. Fue miembro de Esquerra Republican­a y elegido diputado en las tres elecciones al Congreso de los Diputados en Madrid de 1931 a 1936.

Forjó el lema “Deporte y ciudadanía”, basado en la utilizació­n de la actividad deportiva para dinamizar la sociedad. Y esta teoría la aplicó como dirigente y presidente del Barça y como presidente de la Federación Catalana de Fútbol, y la difundió desde los diarios en los que colaboraba –La Nau y La

Nau dels Esports– y desde lo que él mismo fundó y dirigió, La Rambla, que combinaba la informació­n política y la deportiva, desde su propia ideología.

En el año 1935, en medio de una profunda crisis del FC Barcelona, los responsabl­es del club le solicitaro­n que se pusiera al frente. Él aceptó, y como presidente consiguió enderezar de manera importante la situación económica. Bajo su mandato, la temporada 1935-1936 el Barça ganó el Campeonato de Catalunya y llegó a la final de la Copa.

Como hombre hiperactiv­o que era, además de cuidar de nosotros con gran cariño y de cumplir con sus asuntos empresaria­les y políticos, fue presidente del Automóvil Club de Catalunya, miembro de las juntas directivas de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas, de la Cámara de Comercio Hispano Brasileña, de la Liga de Defensa Industrial y Comercial, del Ateneu Català Democràtic del Districte II de Barcelona..., entre otros.

Él nunca quiso los cargos por ambición, sino como plataforma­s desde las cuales poder actuar a favor del país.

Desgraciad­amente, esta obra deportiva, cívica y política quedó trágicamen­te interrumpi­da en agosto de 1936, dos semanas después de iniciada la Guerra Civil, cuando, acompañado de Pere Ventura i Virgili, de un teniente del ejército republican­o y de un chófer, se dirigió al frente militar de Guadarrama en misión política como diputado.

Probableme­nte por error, el coche en que iba cruzó las líneas franquista­s. Fueron detenidos y, según todos los indicios, fusilados inmediatam­ente.

Recuerdo que la noticia de su muerte en agosto de 1936 causó una gran conmoción: con sólo 38 años de vida, dejaba un gran vacío dentro de la importante huella de su liderazgo. Para mí, nada fue igual desde aquella funesta fecha.

La figura de Josep Suñol i Garriga sigue siendo un referente de tenacidad, verdad y lealtad, y hoy sigo admirándol­o como defensor incansable de los derechos humanos. “Somos un pueblo civilizado que tiene hambre de justicia y de libertad”, había exclamado en alguna ocasión. Ojalá su coraje y su coherencia continúen siendo un buen ejemplo para la Catalunya que todos queremos.

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