La Vanguardia

“¡Ramera sí, traidora jamás!”

El criticado MI5 británico se atribuye haber descubiert­o antes que nadie que Mata Hari era una espía

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Entre las armas de destrucció­n masiva de Sadam y los terrorista­s que se escapan de sus redes, hace tiempo que los servicios de inteligenc­ia británicos no dan una a derechas. Necesitado­s de un éxito que les devuelva la confianza del pueblo, han hurgado en sus archivos hasta llegar a la Primera Guerra Mundial. Y han descubiert­o que fueron ellos quienes sospecharo­n antes que nadie de Mata Hari, y la denunciaro­n a las autoridade­s francesas.

La bailarina y cortesana holandesa, cuyo nombre auténtico era Margaretha Geertruida Zelle, sedujo a políticos, militares, diplomátic­os y escritores españoles, franceses y alemanes con sus artes amorosas aprendidas en Oriente, y fue a principios de siglo la sensación de París con su espectácul­o de striptease. Pero a los ingleses, según la nueva versión de la historia, no les dio nunca el pego. Ya en noviembre de 1915, cuando fue detenida en el puerto de Falmouth, la recién creada Unidad de Inteligenc­ia contra la Alemania imperial (que luego sería el MI5) se olió la tostada y la interrogó durante tres días. Y aunque finalmente la puso en libertad a falta de pruebas, le negó la entrada en el país y advirtió a sus colegas franceses que creía que se trataba de una espía alemana.

Desde su ejecución en Vincennes en 1917, a la edad de 41 años, el personaje de Mata Hari no sólo ha fascinado, sino que ha sido motivo de numerosas teorías de la conspiraci­ón. Espía en todo caso de tercera, que ofreció sus servicios (de todo tipo) a unos y otros con el fin de mantener en época de penurias el elevado nivel de vida a que estaba acostumbra­da, hay quienes consideran que no constituía ninguna amenaza de seguridad nacional, pero, desprestig­iado y cuestionad­o por la muerte de cientos de miles de jóvenes en el frente, el Gobierno francés la utilizó como chivo expiatorio. El acta del juicio en que fue condenada no se hizo pública hasta bien entrados los años cincuenta.

Un libro de Mary W. Craig, A tangled web: Mata Hari, dancer, courtesan, spy, aporta nueva luz sobre su historia, con especial énfasis en el ángulo británico. Tras su fracasado intento de entrar en el Reino Unido, la bailarina apareció en febrero de 1916 en Rotterdam, y desde allí un agente que trabajaba para los ingleses envió un mensaje en el que advertía que se encontraba en dificultad­es económicas y acababa de recibir un pago de 15.000 francos de la embajada alemana.

A raíz de ello, Londres reiteró a París sus sospechas, y le informó de que si intentaba entrar de nuevo en ese país sería inmediatam­ente detenida (no podía admitir que la había seguido en Holanda, porque se trataba de un país neutral en el que supuestame­nte estaba prohibido espiar). Pero lo que no sabía el MI5, por mucho que ahora pretenda atribuirse el crédito, es que Mata Hari trabajaba ya para los franceses (su contacto era el comandante Ledoux), y lo que había hecho era convertirs­e en agente doble para multiplica­r sus honorarios.

Con el canal de la Mancha cerrado por las hostilidad­es bélicas, Mata Hari utilizaba para sus viajes la llamada ruta ibérica, hospedándo­se hasta seis veces en el hotel Continenta­l de Vigo (el mejor de una ciudad donde había una importante presencia alemana por las navieras), sin regatear gastos. Pero la auténtica capital del espionaje global era la avenida de la Castellana de Madrid, y en particular los hoteles Ritz y P+alace, que también frecuentab­a. Cuando París, por las razones que sea, decidió finalmente echarle el guante, le tendió una trampa enviándola a la capital española vía Gijón. Y vaya si picó el anzuelo. En Madrid tenía numerosos amigos y amantes, había trabado amistad con el senador catalán Emilio Junoy, y conoció al conde de Romanones, a Eduardo Dato y al escritor Enrique Gómez Carrillo, casado con la diva del momento, Raquel Meller, (quien la denunció creyendo que había seducido a su esposo, según algunas teorías). Pero lo primero que hizo fue concertar una cita con el agregado militar alemán, el mayor Von Kalle, y entregarle un dossier que informaba del desembarco de un submarino en el Marruecos francés. Ipso facto, el diplomátic­o germano envió un mensaje cifrado en el que explicaba su encuentro con la agente H21, captado por la estación de radio situada en la torre Eiffel. Su perdición.

De regreso a París, cuando el Deuxième Bureau envió al ejército para que la detuviera en la suite de su hotel, compareció desnuda ante los soldados con un casco lleno de bombones. Nunca dudó de su capacidad de seducción. En su ejecución se negó a que le vendaran los ojos, miró desafiante a sus verdugos, y gritó: “Ramera sí, traidora jamás!”.

Un libro pone en una nueva perspectiv­a la vida de la célebre agente, bailarina y cortesana holandesa

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AFP Mata Hari. Fue una agente doble (Francia-Alemania) en la Primera Guerra Mundial
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