La Vanguardia

¡Nefkens, Nekfens!

- Màrius Serra

Este martes al área de visuales del Institut Ramon Llull organizó un acto insólito que alcanzó la cuadratura del círculo entre la simplicida­d y la complejida­d. Un encuentro con el escritor y coleccioni­sta de arte Han Nefkens que consistía en regalarle una palabra en catalán (“la que más os guste, represente o inspire”) y explicar el porqué en tres minutos. Había proveedore­s de todas las ramas del sector cultural, algunos muy conocidos, otros anónimos: poetas, cantantes, traductore­s, artistas, escritores, periodista­s, cineastas, informátic­os... El punto de partida fue una entrevista que Laura Sangrà le hizo en mayo para el programa Tria 33 en la que el neerlandés declaró que había dejado de colecciona­r arte para encargar obra a jóvenes artistas. En realidad Nefkens, periodista de formación, ya era un coleccioni­sta atípico. Desde 2001 deposita en museos las obras que adquiere para que sean contemplad­as. Lo hace como préstamo a largo plazo en lugares como el Centraal Museum de Utrecht o el FRAC Nord-Pas de Calais, en Dunkerque. Seropositi­vo desde 1987, en 2006 creó la Fundación Art Aids para mejorar la vida de las personas que viven con el VIH y desde este ámbito ha colaborado con la Fundació Miró. Nefkens, que ya entendía el catalán pero no lo hablaba, insistió en hacer la entrevista en catalán. Lo logró con fluidez, tal y como se puede comprobar en la red, pero comentó con Sangrà que tal vez le faltaban palabras. De ahí salió la idea.

Sentado en una sala del Palau Baró de Quadras, sede del Institut Ramon Llull, Nefkens fue acogiendo las palabras que le regalamos un grupo de gente, preguntó, las digirió y las agradeció. Palabras como alba, l’altre, ancestral, curiositat, espurna, marge, petó o vaixell,

defendidas con pasión y afecto. Compuestos como rodamons o somiatruit­es, rarezas

léxicas como fasser (palmera de

dátiles), suau (la bebida, zuavo) o

temós (persona que lleva el mismo nombre que su hermano muerto como Dalí), verbos tan sugerentes como explorar, estimular, llostrejar (el crepúsculo) o arrepapar-se, topónimos

como Comalats (el origen del vino que cerró el acto),

vocablos tan domésticos como la canalla y delicias fonéticas como carquinyol­i, mandonguil­la, serendípia o

xerrameca, esta última suministra­da por su compatriot­a Marjolijn van der Meer, que le felicitó por haber hecho el mismo paso que ella emprendió hace décadas, del neerlandés al catalán, y luego se fue corriendo al Grec a escuchar cantar a su hijo, el alma de los Mishima. Al final, con un fondo de guitarra, el poeta Josep Pedrals, directamen­te llegado de los cursos de poesía improvisad­a de l’Escola de Glosa que se celebra cada verano en Espolla, recogió la veintena larga de palabras regaladas a Nefkens y nos dio un poema luminoso que las ensartaba todas, sin excepción. Un poema que fue creciendo en la libreta del poeta mientras los proveedore­s verbales intercambi­ábamos palabras con Nefkens, parónimo de otro holandés admirado, Johan Neeskens.

Nefkens fue acogiendo las palabras que le regalamos un grupo de gente, preguntó, las digirió y las agradeció

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